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El buen mentiroso

Título original: The good liar
Origen: EE.UU.
Dirección: Bill Condon
Guión: Jeffrey Hatcher, basado en la novela de Nicholas Searle 
Intérpretes: Ian McKellen, Helen Mirren, Russell Tovey, Jim Carter, Mark Lewis Jones, Laurie Davidson, Phil Dunster, Lucian Msamati, Jóhannes Haukur Jóhannesson, Tunji Kasim, Spike White, Stella Stocker, Daniel Betts, Nell Williams, Celine Buckens, Lily Dodsworth-Evans, Aleksandar Jovanovic
Fotografía: Tobias A. Schliessler 
Montaje: Virginia Katz 
Música: Carter Burwell 
Duración: 109 minutos
Año: 2019


4 puntos


UN JUEGO DEMASIADO SERIO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Lo de El buen mentiroso es un caso particular: el film del irregular Bill Condon (realizador de películas tan disímiles como La bella y la bestia, Mr. Holmes y las dos últimas partes de La Saga Crepúsculo) es uno de estafas y engaños que se quiere engañar a sí mismo pretendiendo ser algo más para lo que no tiene capacidad y estructura de largo alcance. Basado en una novela de Nicholas Searle, apela a una narración plagada de giros, de marchas y contramarchas, de revelaciones sucesivas, que funciona mientras privilegia el lado lúdico del asunto, pero que se cae a pedazos cuando se pone serio y sentencioso.

En la primera mitad, se percibe que Condon confía en el carisma de los actores principales para contar este juego de gato y ratón donde no termina de quedar claro quién es quién. Y hace bien, porque a Ian McKellen le sale de taquito la interpretación del estafador Roy, que va pasando de un pequeño golpe a otro, manejándose con habilidad en el submundo londinense; y lo mismo se puede decir de Helen Mirren respecto a Betty, una reciente viuda que se convierte en el blanco más anhelado por Roy y que parece esconder algo más que una fortuna a la cual no termina de disfrutar en plenitud. De ahí que la primera parte de El buen mentiroso sea un entretenimiento simple y liviano, pero también efectivo, que se permite ser bastante oscuro en algunos pasajes –particularmente una secuencia en una carnicería- sin dejar de lado el típico humor negro británico.

Pero ya entrando en la segunda mitad, cuando se empieza a entrar en los tramos donde las máscaras deben empezar a caerse y al mismo tiempo los protagonistas mostrar mayores tonalidades, El buen mentiroso pretende hacerlo realizando un doble movimiento: por un lado, retornando hacia el pasado sombrío y arrasado de la Alemania de posguerra; y por otro, construyendo una alegoría entre feminista y anti-machista. Lo cierto es que esa apuesta se revela como totalmente fallida, porque no solo es tremendamente superficial desde lo discursivo, sino también torpe en su ejecución e incluso irrespetuosa de su propio posicionamiento ideológico. Pero lo peor es cómo en el camino se pierde todo rasgo de jugueteo, diversión y retorcimiento de las reglas: la última media hora se vuelve así afectada, innecesariamente seria e incluso previsible –las vueltas de tuerca se ven venir a la distancia-, lo que conduce al aburrimiento.

Teniendo a dos estrellas como McKellen y Mirren, que saben aplicar su carisma y talento para los relatos clásicos, El buen mentiroso quiere dárselas de adulta y actual, y trastabilla en ambos aspectos. No se trata de que tuviera que apostar a la diversión aun teniendo elementos escabrosos a disposición, sino de que supiera torcer sus propias reglas narrativas pero sin romperlas, encontrando el equilibrio necesario que requería su premisa. Pero Condon no es Brian De Palma: no tiene su astucia, lucidez o atrevimiento para hacer creíble lo increíble, y por eso El buen mentiroso arruina sus méritos iniciales con un final torpe y estirado. A veces, la seriedad mata a la inteligencia.

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