El film de Bill Condon tiene una primera mitad interesante a partir de cómo combina la oscuridad con lo lúdico, pero se va derrumbando a medida que se va poniendo más serio y sentencioso.
El film de Simon Curtis no llega a tener el vuelo reflexivo y narrativo de Marley y yo, pero cuenta a su favor con algunos pasajes potentes y la espléndida voz de Kevin Costner.