El último film de William Friedkin es un juego de máscaras constante, que va revelando sus diversas capas mediante una puesta en escena despojada de artificios.
Astutamente el film de Poli Martinez Kaplun evade juicios apresurados y a menudo ofrece distintos puntos de vista sobre las vivencias de Mariette, haciendo que la paleta de grises sea amplia.
Esta película protagonizada por Mark Wahlberg funciona cuando es un relato deportivo y pierde terreno cuando la presencia del perro tira las cosas hacia el melodrama.
En su nuevo film, Gustavo Fontán renueva un pacto con un espectador que percibe al cine no solo como una máquina que repite historias, sino también como una experiencia sensorial.
La ópera prima de Julieta Lande tiene un punto de partida interesante en la búsqueda identitaria, pero eso se desdibuja debido a una bajada de línea sociohistórica y política entre obvia y arbitraria.
Luego de una primera hora notable, la película de Arkasha Stevenson cae en todos los lugares comunes del terror del presente y nos evita la gran película que prometía.
Adam Wingard construye la más imaginativa de la saga de películas con los dos grandes titanes. Un film que es pura invención y, también, diversión desaforada.
El nuevo film de Nicolás Gil Lavedra ratifica el tono moderado que suele manejar el director, lo cual le permite escapar al dramón recargado que podía tener la historia.