Título original: Predator: Badlands // Origen: EE.UU. / Australia / Nueva Zelanda / Canadá // Dirección: Dan Trachtenberg // Guión: Patrick Aison // Intérpretes: Elle Fanning, Dimitrius Schuster-Koloamatangi, Reuben de Jong, Cameron Brown, Ross Duffer, Michael Homik, Matt Duffer, Stefan Grube, Rohinal Nayaran, Alison Wright // Fotografía: Jeff Cutter // Edición: Stefan Grube, David Trachtenberg // Música: Sarah Schachner, Benjamin Wallfisch // Duración: 107 minutos // Año: 2025
7 puntos
UNA SIMPLE HISTORIA DE APRENDIZAJE
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Es cierto que la incorporación de Dan Trachtenberg le permitió encontrar cierta revitalización a la franquicia de Depredador, que parecía casi muerta luego del fracaso artístico y comercial de El depredador. También es cierto que la decepción con la película de Shane Black hizo que muchos le dieran una valoración excesiva tanto a Depredador: la presa como a Depredador: cazador de asesinos. Especialmente a la primera, que fue aplaudida más por razones de etiquetas identitarias -«¡tiene una mujer como protagonista! ¡y encima es indígena!»- que por cuestiones narrativas o estéticas. Teniendo en cuenta eso, Depredador: tierras salvajes repite virtudes y limitaciones de sus predecesoras, asegurándonos un entretenimiento decente, aunque esté lejos de maravillar.
Hay un giro simple pero que introduce cierta originalidad y que le permite al film construir una mitología propia: un depredador, o Yautja, como sería la denominación de su especie, pasa a ser no solo el protagonista, sino el héroe de su propia historia. Se trata de Dek (Dimitrius Schuster-Koloamatangi), un joven que es considerado por su padre como el más débil del clan y que, luego de una serie de vicisitudes y contratiempos, termina arribando (o más bien estrellándose) en un planeta donde la naturaleza es definitivamente hostil. Su objetivo es tan claro como difícil de cumplir: cazar a una criatura casi legendaria, a la que incluso los suyos le temen. Para eso, contará con una ayudante inesperada: una androide llamada Thia (Elle Fanning), que estaba en una misión de investigación para la corporación Weyland-Yutani (un nombre muy asociado a la franquicia Alien) y que ha perdido sus piernas. Entre ellos se establecerá una alianza algo forzada, pero ciertamente útil, en una cacería donde habrá múltiples obstáculos más allá de esa criatura que parece invencible.
Trachtenberg no se complica -o, al menos, no demasiado- y construye una historia relativamente simple, sostenida en un molde muy parecido a las buddy-movies, donde dos individuos aprenden uno del otro y entablan una amistad inesperada. Depredador: tierras salvajes, a pesar de sus giros dramáticos, no es mucho más que eso, lo cual, por más que parezca contradictorio, es bastante meritorio. No hay alegorías sociopolíticas ni una búsqueda de gigantismo a pesar de la abundancia de efectos especiales. En cierto modo, lo que vemos es un film muy afincado en las tradiciones del cine de aventura y acción de los ochenta y noventa, donde son el movimiento, los cuerpos y el ejercicio de la violencia los factores expresivos principales. Y donde el humor -mayormente físico y casi siempre a través de un animal muy simpático que se une a los protagonistas- tiene un lugar relevante, por más que no estemos ante una comedia de acción.
Donde Depredador: tierras salvajes tropieza un poco es cuando se pone un tanto explicativa o redundante para explicitar el proceso de aprendizaje, reconocimiento y crecimiento de los personajes principales. Pero eso no afecta demasiado los resultados generales, porque es notorio que la película tiene claro desde el comienzo qué contar y cómo contarlo. Y también porque sus ambiciones son modestas, pero las cumple sin despeinarse, construyendo un relato que casi no tiene fisuras en su estructura argumental y en el mundo que presenta. En eso, continúa parte de una senda que vienen transitando varios tanques hollywoodenses del último año, como Superman, Jurassic Park: renace y hasta F1: la película, que dejan la grandilocuencia y solemnidad de lado. A veces, una película puede ser importante porque nos divierte un rato, y Depredador: tierras salvajes nunca pierde eso de vista.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:

