Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Después de varias adaptaciones cinematográficas, con sus respectivas encarnaciones (Alec Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck, Chris Pine), el más famoso personaje creado por Tom Clancy llegó a la pantalla chica. Esta vez con John Krasinski en el protagónico, Jack Ryan es un entretenimiento efectivo pero superficial, y con varios puntos débiles. Creada por Carlton Cuse y Graham Roland, no se basa en ninguna novela de Clancy, sino que su trama, tal como afirma el propio Krasinski, “está sacada de los titulares” vinculados a ciertos tópicos de la geopolítica de los últimos años, lo cual probablemente sea una de las explicaciones para sus problemas. La primera temporada, que es casi indiscutiblemente la mejor, es prácticamente una historia de origen, a partir de cómo muestra el salto de Ryan del rol de analista al trabajo de campo en la CIA. La misión en la que se envuelto es para detener a un terrorista llamado Suliman que ha armado un meticuloso plan que incluye múltiples ataques en distintas partes del mundo y que finaliza su recorrido en pleno suelo norteamericano. Aún con sus vaivenes y arbitrariedades del guión, sus ocho episodios mantienen la tensión de manera constante, tiene algunas secuencias de acción bastante potentes y consigue darle cierta consistencia al arco dramático del protagonista, además de otros personajes, como el jefe de Ryan, James Greer (Wendell Pierce), y el antagonista principal, Suleiman (Ali Suliman). La segunda temporada es, por lejos, la peor, y hasta directamente descartable: situada mayormente en Venezuela, con Ryan tratando de dilucidar en qué anda metido el régimen corrupto de un tal Nicolás Reyes (Jordi Mollà, interpretando a una mezcla indigesta de Maduro, Chávez y alguna que otra figura política latinoamericana), no solo tiene demasiadas idas y vueltas, sino también una mirada absolutamente simplista sobre el territorio. Incluso se permite desperdiciar la calidad interpretativa de un elenco donde figuran nombres como Noomi Rapace, Michael Kelly, John Hoogenakker, Jovan Adepo, Michael O´Neill, Tom Wlaschiha y Cristina Umaña, sometidos a toda clase de arbitrariedades narrativas y discursivas. La tercera temporada levanta la puntería, en parte porque retoma un enemigo habitual en las novelas de Ryan, aunque ligeramente actualizado: nos referimos a la querida Madre Rusia, ese monstruo al que los norteamericanos aman odiar y temer. Esta vez con una trama que obliga al protagonista a convertirse en fugitivo, mientras intenta descubrir quiénes y cómo están detrás de un plan para restaurar el orden el bloque de poder de la Unión Soviética y sus antiguos propósitos. Hay también una excesiva cantidad de vueltas de tuerca, pero se impone la sensación de que la serie vuelve a zambullirse en zona conocida, por lo que aparecen personajes como Luka (James Cosmo), un veterano militar y político ruso, que logran transmitir una mayor ambigüedad a lo que se está contando. Aún así, las tres temporadas están atravesadas por una mirada esquemática sobre el mundo, bidimensionalidad en las decisiones y discursos, y un estiramiento de muchas acciones y subtramas. Jack Ryan es una serie apenas correcta, que solo funciona como corresponde cuando se deja llevar por el dinamismo de algunos acontecimientos donde se pone en juego el destino del mundo, pero que está lejos de la complejidad temática de otras producciones de espionaje como Homeland. Su verosímil se sostiene solo en base a su despliegue de producción y a un reparto repleto de nombres sólidos, pero no desde su utilización de las herramientas genéricas.
-Las tres temporadas de Jack Ryan están disponibles en Prime Video. Ya está confirmada la cuarta temporada, que sería la última.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: