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Los caballeros – Temporada 1

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Ya desde el mismo anuncio del proyecto, Los caballeros prendía las alarmas: es que la película en la que se basa era una vuelta a las fuentes por parte de Guy Ritchie, pero solo para terminar exponiendo el vacío detrás de sus juegos narrativos y de montaje. Y si tenemos en cuenta que Ritchie aparece plenamente involucrado, como creador, guionista, productor y hasta director de los dos primeros episodios de esta adaptación televisiva. Lo cierto es que la serie (disponible en Netflix) se la pasa transitando un estrecho desfiladero entre ser un entretenimiento sólido, aunque algo pretencioso desde su autoconsciencia, y la superficialidad canchera, sin mucho más para decir. Hay, claramente, una voluntad de expandir el mundo descripto en la película, aunque con otros personajes y una trama que se va adentrando en otros rincones. El relato se centra en Eddie Horniman (Theo James), un joven que, tras el fallecimiento de su padre, un aristócrata inglés, hereda la propiedad familiar y se convierte en el nuevo duque de Halstead, lo cual deja muy descontento a su hermano mayor, Freddy (Daniel Ings). Pero eso será apenas el comienzo, porque pronto descubrirá que dentro de sus campos funciona una enorme plantación de marihuana, que está manejada por Susie Glass (Kaya Scodelario), quien a su vez es una especie de gerenta a cargo de los negocios de su padre, un mafioso llamado Bobby Glass (Ray Winstone). Es entonces que Eddie se verá arrastrado a un universo repleto de seres estrafalarios, que incluyen a un narcotraficante estadounidense con aires aristocráticos (Giancarlo Esposito), gente involucrada en el boxeo legal e ilegal, mafiosos colombianos, criminales gitanos y un largo etcétera. Todo eso mientras debe lidiar con su entorno familiar, compuesto no solo por Freddy (que, además de drogadicto, es una bomba de tiempo y fuente constante de problemas), sino también por su madre (Joely Richardson), su hermana menor (Jasmine Blackborow) y el cuidador de su propiedad (Vinnie Jones). Sin embargo, quizás el mayor desafío que afrontará Eddie no será tanto asegurar la supervivencia suya y de los suyos en un contexto extremadamente volátil, donde hay demasiadas fuerzas intentando quedarse con el negocio y/o sus tierras, sino manejar su creciente fascinación con ese submundo en el cual se va adentrando. O, más bien, ir aceptando, progresivamente, que le sale casi naturalmente el transitar por ese territorio al margen de la ley y donde suelen ganar, no tanto los más fuertes, sino los más astutos, traicioneros y despiadados. En Los caballeros es fácil notar los intentos por establecer lazos con la saga de El Padrino: claramente, Eddie es alguien como Michael Corleone, el menor que hereda un imperio a regañadientes, pero mostrando que está capacitado para ello; y Freddy es una versión hiperbólica de Fredo, alguien que debería ser el responsable, pero que nunca está a la altura. Pero, además, hay una voluntad por construir atmósferas cuasi operísticas, aunque Ritchie no consigue hacerlo con solidez más allá de la banda sonora, lo cual evidencia sus limitaciones como realizador y hasta espectador del género criminal. Por eso a la serie se la nota más cómoda cuando recurre a las herramientas utilizadas habitualmente por Ritchie: el montaje frenético, los diálogos pomposos, los personajes excéntricos, las historias metidas dentro de otras historias, los giros narrativos que reconfiguran lo visto previamente en base a flashbacks, flashforwards y voces over. Sobre ese esquema, Los caballeros consigue entretener sin muchas dificultades, con un ritmo endiablado y casi adictivo, que lleva a que los ocho capítulos se pasen volando. Aún así, persisten interrogantes similares a los que generaba la película del 2019: ¿para qué cuenta lo que cuenta? ¿Cuál es el sentido de tanto vértigo y autoconsciencia? Y, quizás lo fundamental: ¿Ritchie tiene aunque sea un mínimo de cariño por sus personajes o solo los considera meros recursos para mostrar que puede armar guiones repletos de vericuetos? No hay ninguna respuesta clara para estas preguntas y por eso Los caballeros es, sí, una producción divertida y ágil, pero también efímera y un poco creída de sí misma.


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