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El maestro borrachón (1978)



HAY QUE EDUCAR A JACKIE

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Jackie Chan, no es sólo una estrella del cine mundial, sino además un concepto en sí mismo: sobre la base de lo ya visto, Chan mezcló un poco de acá y otro tanto de allá e inventó algo novedoso. La habilidad de Buster Keaton para interactuar con toda clase de objeto, la melancolía chaplinesca, la elegancia de Gene Kelly, la maestría en las artes marciales de Bruce Lee y, por momentos, ese humor físico e infantil de Los tres chiflados. Todo entra en esa licuadora llamada Jackie Chan, un cuerpo cuya musculatura es representativa de todas las tensiones que lo rodean. Nombre propio que funciona sólo exclusivamente en los dominios del cine, y cuya trascendencia se banca -ahora que está ingresando a la tercera edad-, incluso un autohomenaje disfrazado de película como la reciente Dobles de acción.

La carrera de Chan casi no tuvo variaciones respecto de sus ambiciones: lo suyo fue siempre el cine popular y la calidad de cada película estaba relacionada, en todo caso, con el talento de quien estuviera detrás de cámaras. Es como si hubiera filmado siempre la misma película, como si buscara cada vez nuevas formas de utilizar el cuerpo y coreografiar peleas imposibles. Sí hubo algunas alteraciones, unas relacionadas con una búsqueda profesional y otras con el inevitable paso del tiempo. Si bien dada su popularidad en el cine asiático, en los 80’s probó suerte en algunas producciones norteamericanas de segundo orden, fue recién hacia fines de los 90’s que intentó encontrar un lugar sólido en Hollywood, seguramente gracias al camino que abrió allí John Woo. Un par de franquicias exitosas, algunas películas mediocres, pero el excesivo cuidado sobre la figura del actor le quitaban esa espontaneidad y la tensión del riesgo que Chan corría en cada producción asiática. Porque si hay algo que distingue a las películas del actor es fundamentalmente ese poner el cuerpo tan útil para el espectáculo, pero además funcional a lo narrativo: al realizar sus propias acrobacias, la cámara elude mayormente el corte y hasta deliberadamente apuesta por la ausencia de montaje. Lo importante es mostrar a Chan saltando, esquivando, pateando, gesticulando con un nivel de gracia único.

Todos estos elementos estaban presentes y resultaban fundamentales en la magistral El maestro borrachón, a la que a partir de aquí llamaremos Drunken master, porque básicamente el título en castellano da un poco de vergüenza. La película de Yuen Woo-ping, uno de los máximos éxitos en la carrera del actor, es además una obra fundante: si bien para entonces ya tenía una carrera de más de 15 años, la figura del actor estaba a la sombra de Bruce Lee, quien había logrado que el cine de artes marciales se hiciera visible para el gran público. Con la muerte de la estrella de Operación Dragón, se generó una crisis en la que el género comenzó a buscar otras posibilidades expresivas. Allí ingresa, entonces, la habilidad de Chan para usar la comedia física. Esta película es la que inicia el camino.

Drunken master lo tiene a Chan como Wong Fei-Hung, un joven descocado y siempre metido en problemas a quien su padre intenta llevar por la buena senda, obligándolo a ser discípulo de un legendario maestro del kung fu: el divertido Beggar So interpretado por Yuen Siu-tien. Beggard So es una suerte de Bender de Futurama, cuando mejor rinde es cuando está borracho, de ahí el título del film. Entonces, la educación marcial de Chan culminará cuando aprenda las tomas de los guerreros borrachos, una serie se maniobras etílicas que llevan a la película hacia el lado del disparate. Lo curioso es que la película se inspira en parte del folklore chino y muchos de estos personajes aparecen representados en otras películas, algunas herederas del film de Yuen Woo-ping y otras más solemnes y en plan historicista. Sin embargo, en la experiencia formativa del personaje parece haber algún dato autobiográfico para Chan, quien de chico padeció el duro régimen de aprendizaje, incluidos dolores físicos, en la escuela de la Opera de Pekín. Pero Drunken master es pura diversión. Ese camino de aprendizaje del protagonista está plagado de peleas que van escalando en su nivel de creatividad, notablemente coreografiadas y sumamente efectivas en su mezcla de acción con humor. Lo que hace Chan es realmente providencial y la película destraba un nivel de comicidad único. Drunken master es el átomo de la felicidad que las buenas películas de Chan generan de manera adictiva.


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