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El abogado del mal

Título original: The Whole Truth
Origen: EE.UU.
Dirección: Courtney Hunt
Guión: Nicholas Kazan
Intérpretes: Keanu Reeves, Renée Zellweger, Gugu Mbatha-Raw, Gabriel Basso, Jim Belushi, Jim Klock, Ritchie Montgomery, Christopher Berry, Lara Grice, Nicole Barré, Lucky Johnson, Lyndsay Kimball
Fotografía: Jules O’Loughlin
Montaje: Kate Williams
Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine
Duración: 93 minutos
Año: 2016


5 puntos


UN THRILLER JUDICIAL QUE LLEGA DEMASIADO TARDE

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Convengamos que Keanu Reeves es un tipo nacido más que nada para la acción, aunque haya demostrado cierta flexibilidad para adaptarse a otros géneros, y que el drama no es su fuerte. También que hace rato que a Renée Zellweger le pasó el cuarto de hora y que por algo estuvo muy dispuesta a volver a interpretar a Bridget Jones en la tercera parte de la saga. Y que la realizadora Courtney Hunt, luego de ese debut prometedor que fue el drama independiente Río congelado, nunca terminó de consolidar una carrera, teniendo que conformarse con dirigir algunos episodios de las series In treatment y La ley y el orden: Unidad de Víctimas Especiales. De ahí que en El abogado del mal, casi lógicamente, se perciba a la maquinaria forzada, tratando de mostrar una energía que nunca suena sincera.

No es que El abogado del mal sea un desastre. De hecho, se podría decir que es un ejercicio hasta correcto y aceptable. El problema es que todo suena a visto y transitado, a tal punto que el film podría pasar por uno más de los thrillers judiciales basados en novelas de John Grisham que tanto se hicieron en los noventa. Acá el relato se centra en un experto y canchero abogado (Reeves casi repitiendo su rol en El abogado del diablo), que se ve casi moralmente obligado a defender al hijo de una amiga (Zellweger), quien está acusado de haber asesinado a su padre, un tipo tan rico como siniestro, a quien Jim Belushi interpreta de taquito. El problema es que el muchacho no emite palabra y todas las circunstancias apuntan en su contra. Claro que eso es sólo la superficie: detrás hay toda una sucesión de elementos familiares y sociales que se irán revelando poco a poco.

Hunt, hay que reconocérselo, trata de darle una vuelta de tuerca al discreto guión de Nicholas Kazan. Lo llamativo es su elección de puesta en escena: en vez de tratar de explicitar su presencia a nivel formal, casi que elude todo virtuosismo. Todo es muy clínico y pausado, pautado por la monocorde voz en off de Reeves, con planos de conjunto y una cámara que se mueve bastante poco. Es casi como si la realizadora quisiera decirnos que no importa tanto el enigma sobre quién cometió el crimen y por qué, sino cómo se comportan los personajes y de qué manera los influye el contexto de clase alta donde el fingimiento es la conducta predominante.

Pero la vertiente dramática que explora Hunt tampoco escapa a toda clase de convencionalismos -el abogado que esconde demasiadas cosas, el marido violento, el hijo oprimido a punto de estallar, la esposa frágil-, y a eso se suma una resolución que busca ser astuta e impactante, pero se ve venir a la distancia. El abogado del mal es una película que llega casi tres décadas tarde y encima pasa de largo.

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