SU MISIÓN, SI DECIDE ACEPTARLA…
Por Mex Faliero
Jack, un muchacho que no sabemos muy bien qué es ni qué hace, pero anda por los bosques muy enamorado, tendrá una misión: ir a rescatar a la princesa Lily de los brazos de Darkness, una de las tantas representaciones del Diablo que el cine ha imaginado. Y allí va a Jack… un jovencísimo Tom Cruise que ya en sus primeros pasos realizaba una suerte de película de Misión: Imposible sin pensar en Misión: Imposible, ni imaginar que diez años después produciría la primera película de una larga saga que le demandaría tres décadas de su carrera y reconvertiría su estatus de estrella cinematográfica. Leyenda, por lo tanto, puede ser vista como borrador de una de Misión: Imposible. De hecho, Jack tiene el mismo ímpetu y voluntad que el agente Ethan Hunt.
A saber: en determinado momento, Jack tendrá que lanzarse de cabeza al río para rescatar un anillo. Lo hace sin medir los riesgos, de la misma manera que Ethan Hunt se lanzó tantas veces al vacío a lo largo de ocho películas. Entre los riesgos, por ejemplo, está la posibilidad de que ese río, por obra y gracia de los poderes demoníacos, se congele. Así sucede, y nuestro héroe logra romper el hielo salvándose de la hipotermia a último momento y como tantas veces. Y todo esto, mientras Jack tiene una misión, no sólo rescatar a la princesa sino además evitar que el mundo caiga en la más absoluta oscuridad. Para salvar el asunto, entonces, Jack pergeña un plan, el cual enuncia ante la presencia de una serie de criaturas mágicas que lo secundan y los espectadores, que luego veremos ese plan en ejecución. Obviamente, como no puede ser de otra manera, lo que salva a la humanidad (y algo más, ya que este es un mundo de fantasía) es el trabajo en equipo, lo que queda en evidencia a partir de un montaje paralelo que muestras a los diversos individuos cumpliendo roles imaginados en el plan, que tiene sus desvíos e imprevistos, aunque se ejecuta satisfactoriamente. No sin antes, claro, presenciar una pelea cuerpo a cuerpo entre Jack y Darknees que termina con victoria de nuestro héroe. Indudablemente, una Misión: Imposible.
En los ochentas y los relatos fantásticos -algunos con toques medievales- estaban a la orden del día, con películas como Conan el bárbaro, El cristal encantado, incluso Ladyhawke o Laberinto, y hasta podemos incluir La historia si fin. Demonios, hadas, gnomos, magos, héroes de carne y hueso se daban la mano en relatos que aprovechaban los avances en materia de efectos de maquillaje, un incipiente uso de los efectos digitales y la fascinación por la creación de universos similares al nuestro pero con reglas diferentes. Y, sobre todo, la influencia del público joven en la taquilla. Leyenda entonces se inscribe en ese territorio, con algunos problemas narrativos y alguna confusión estética, entre un relato juvenil, adolescente o básicamente una reproducción del estilo Disney. En su primera media hora es un film impersonal, que recién cuando Jack toma el centro del relato y se comprende el camino del héroe, consigue la atención del espectador.
Cuesta ver en primera instancia esa personificación casi infantil que Tom Cruise hace de Jack, si pensamos que un año después se convertiría en símbolo sexual con el éxito descomunal de Top Gun. Con poca carrera previa, el actor estaba en busca de una identidad personal, entre películas con autores (en esa década filmaría con Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Oliver Stone) y entretenimientos masivos. De la misma manera cuesta ver Leyenda como un film de Ridley Scott, que venía de Los duelistas, Alien y Blade Runner, y alcanzaría el que sería el primer paso en falso de una carrera que a posteriori estaría plagada de este tipo de vaivenes. Leyenda es una película olvidada en la carrera de ambos, tal vez porque es bastante fallida pero también porque sus caminos tomaron rumbos alejados de estas aventuras infantiles. Aunque, como quedó en evidencia, tal vez de manera inconsciente Tom Cruise comenzaba a edificar aquí un tipo de heroísmo cristalino y sin contradicciones, puramente emocional, donde la obligación de entregarse por los demás era algo innegociable. Evidentemente, aceptó la misión.
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