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Escape bajo fuego

Título original: Kandahar
Origen: EE.UU. / Arabia Saudita
Dirección: Ric Roman Waugh
Guión: Mitchell LaFortune
Intérpretes: Gerard Butler, Farhad Bagheri, Tom Rhus Harries, Mark Arnold, Rebecca Calder, Olivia-Mai Barrett, Navid Negahban, Travis Fimmel, Ali Fazal, Siraj Agha
Fotografía: MacGregor
Montaje: Colby Parker Jr.
Música: David Buckley
Duración: 119 minutos
Año: 2023


4 puntos


ENTRE LA INEFICIENCIA Y LA REDUNDANCIA

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Casi sin que nos demos cuenta, Gerard Butler se convirtió en una estrella del cine de acción de segundo orden, con algunas películas interesantes (Juego de criminales, Alerta extrema) y varias (Ataque a la Clase Blanca, El robo perfecto) que son versiones inferiores de films mucho más recordables. Hay que reconocerle que, desde su porte física, supo construir héroes (y también antihéroes) rugosos, imperfectos, que se definen esencialmente desde la fisicidad. Por eso es que Escape bajo fuego es una pequeña desilusión, ya que a pesar de su notoria intención de indagar en las ambigüedades que atraviesan a los conflictos en Medio Oriente a partir de la intervención occidental, rara vez escapa a la superficialidad.

El relato nos presenta a Tom Harris (Butler), un agente encubierto que trabaja por contrato para la CIA en una arriesgada misión para insertar un malware en una instalación nuclear iraní y así sabotear su programa armamentístico. El objetivo inicial se cumple sin muchos problemas, pero luego, a partir de una investigación periodística que es descubierta por la agencia de seguridad de Irán, la identidad de Harris queda expuesta, por lo que deberá emprender una apresurada huida. Esta implicará un viaje hasta un punto de extracción en Kandahar, Afganistán (donde hay un vuelo que parte en treinta horas), en compañía de un traductor afgano-americano llamado Mohammad Doud (Navid Negahban). Tras ellos irán diversas fuerzas enemigas y contarán con escasos aliados, en un viaje que no solo será de supervivencia, sino también -principalmente en la última media hora- de carácter moral para ambos protagonistas.

En Escape bajo fuego hay dos problemas, básicos y a la vez relevantes, que el director Ric Roman Waugh no consigue resolver. El primero pasa por su intento de retratar el profesionalismo ejercido por los espías, soldados y mercenarios, de la mano de una cámara en constante movimiento: llamativamente, todo luce mecánico y forzado, con algunos diálogos y situaciones repletos de remarcaciones, que impiden zambullirse realmente en lo que sucede. De ahí que casi toda la primera mitad se hace pesada, sin un rumbo concreto, porque a la narración le cuesta mucho delinear el conflicto central y las fuerzas en pugna. Todo avanza a tientas, con demasiados personajes explicando demasiadas cosas, en el contexto de una puesta en escena entre perezosa y timorata, donde es patente la falta de convicción del realizador para llevar adelante la historia y consolidar un verosímil propio.

Ya casi entrada la segunda mitad del metraje es que Escape bajo fuego termina de definirse para el lado de la acción, aunque al mismo tiempo procura hacer un desglose ético y moral de los personajes que empantana el ritmo narrativo. Ahí es donde entra en juego el segundo problema de la película, que quiere trazar un discurso entre político y social a partir de diálogos y sentencias que son casi redundantes. Hay, por ejemplo, una discusión entre Mohammad y un líder tribal, con Tom en el medio tratando de interceder, que podría haberse resuelto fácilmente con apenas una frase, pero que conduce a una secuencia repleta de lugares comunes y con una pretendida tensión que no es tal. Esa necesidad de decir cosas “importantes” sobre la sangre derramada en Afganistán, el rol cumplido por las potencias occidentales y los deberes individuales en el medio del conflicto bélico afectan también a la acción, que en el último tramo es entre deslucida y arbitraria.

En Escape bajo fuego, que podría ser una película mucho más directa y concisa a partir de su premisa inicial, se impone la solemnidad discursiva y un ineficaz estiramiento de las acciones. Por eso, incluso cuando amaga con decir algunas cosas interesantes, termina enredada en convencionalismos de todo tipo y careciendo de impacto formal o temático.


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