Guy Ritchie entrega un thriller seco y conciso, alejado de la estética videoclipera y los giros cancheros que caracterizaban a su cine, lo cual no deja de ser una agradable sorpresa.
La unión entre Stephen Frears, Meryl Streep y Hugh Grant da como resultado un film que reivindica el engaño y el artificio como elementos esenciales de la construcción narrativa.