Una película casi Clase B, a la que Lian Neeson le aporta su aplomo como héroe de acción veterano y la saca de la intrascendencia a la que parece dirigirse.
Guy Ritchie entrega un thriller seco y conciso, alejado de la estética videoclipera y los giros cancheros que caracterizaban a su cine, lo cual no deja de ser una agradable sorpresa.
Paolo Sorrentino se consolida con este film como uno de los directores con la capacidad suficiente para no perder la identidad del cine italiano clásico. Una historia que focaliza sobre lo auténtico y perdurable de la vida.