El contrapeso de la memoria
Por Cristian Ariel Mangini
Si bien en este dossier hablaremos de Pixar como algo homogéneo, lo cierto es que conviven en Pixar tensiones y voces que se definen con un tono propio, de la misma forma que hablar del National Film Board of Canada o del Estudio Ghibli es en realidad hablar de las diferencias en los nombres de quienes componen cada estudio. Saltando esta obviedad necesaria, nos encontramos con Up! Una aventura de altura, de Pete Docter (codirigida por Bob Peterson, que también se desempeña como guionista), un film que llegó en 2009 con una sensibilidad arrebatadora que confirmaba a Docter como una de las voces jóvenes más interesantes del estudio tras su ópera prima, Monsters Inc. Por momentos bordeando con elegancia el melodrama y por otros subrayando mensajes que pueden tener mucho de manual de autoayuda, sin embargo lo maravilloso de este film de Pixar radica en la sutileza con la cual se desarrolla, transformándose en un compacto sólido donde todas esas pequeñas cosas que se le pueden achacar se desvanecen.
Pero volvamos a la figura de Docter (que este año estrenó Intensa-Mente) e indaguemos no sólo en sus herramientas narrativas, sino en la sensibilidad con la que consigue sintetizar grandes relatos desde personajes singulares a los que definen sus actos en breves segundos. Como estudiante, el joven director realizó tres cortometrajes: Winter (1988), Palm Springs (1989) y Next door (1990). No nos explayaremos demasiado sobre las bondades y defectos de sus comienzos, pero en particular es interesante conocer Next door por la forma en que se encuentra tanto con Up! como con Monsters Inc. en la manera en que está trazada. Como él mismo lo mencionaría, Next door surge en un momento en el que se encontraba interesado en el simbolismo de las figuras y la forma en que esa síntesis construye una determinada imagen de un personaje. Pero no sólo encontramos ecos de Up! en cómo una determinada figura (cuadrado, triángulo) puede definir en el contraste a la interacción de los personajes, sino también en cómo sintetiza la información para lograr momentos intensos y emotivos en pocos segundos. En este sentido, Next door precede en calidad narrativa al increíble prólogo que abre la película y al punto de giro y determinación que lleva a Carl a alejarse de su casa para rescatar al ave que había dejado en manos del malvado Charles Muntz, dos momentos potentes con uno de los leitmotivs más emotivos que haya entregado el cine, de la mano del compositor Michael Giacchino.
El asunto de Up! es que luego de la audacia narrativa de Pixar tras Ratatouille y WALL-E, demuestra ser bastante más convencional. Aquí apela a un antagonista icónico que dialoga inmediatamente con el pasado de Carl, al mismo tiempo que refleja la temática central del film: soltar y superar el pasado, algo que se encuentra frecuentemente representado a través de la casa flotante. De hecho es difícil no ver a la casa como un personaje más del film: los goznes y crujidos cuando aparecen le dan su identidad y suele sonar por breves segundos el leitmotiv junto a una imagen que remite inmediatamente a la ausente Ellie. Y aquí está lo notable de la mano de Docter y Peterson; a pesar de la convencionalidad del relato, Up! consigue emocionar con herramientas legítimas, generando climas que en su intensidad pueden ser considerados lacrimógenos, pero que no por ello carecen de profundidad y ternura. Más allá de lo que podamos decir desde lo narrativo, en la retina impacta la notable capacidad para que desde lo visual lo lóbrego o lo alegre cobren forma. Es tristemente bella la secuencia en la que vemos a Carl arrastrar la casa, pequeño en el encuadre, con un cielo de tonos rosados y celeste pastel que oscurecen el momento de la derrota inicial ante Muntz.
Relato intenso y sensible, el film codirigido por Docter y Peterson cuenta con algunos subrayados que pueden resultar de manual de autoayuda, pero a pesar de ello logra desarrollar desde su homenaje al subgénero del film de aventuras unos personajes entrañables que fluyen con la narración y son lo suficientemente honestos y genuinos como para llevarnos a las lágrimas.