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Ripley – Miniserie

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

El cine ya había hecho dos muy buenas adaptaciones de la primera novela de Patricia Highsmith centrada en el personaje de Tom Ripley: tanto A pleno sol (1960), de René Clement, como El talentoso Sr. Ripley (1999), de Anthony Minghella, son películas potentes, que saben sacarle el jugo a un personaje tan repudiable como fascinante. Parecía que ya estaba todo dicho allí, pero apareció Steven Zaillian, guionista de La lista de Schindler y El irlandés, además de director de En busca de Bobby Fischer, para entregarnos una nueva visión no solo sobre la novela, sino también sobre el personaje, la literatura de Highsmith y hasta el thriller como género. En Ripley, el realizador aplica una metodología similar a la utilizada en esa otra gran miniserie que fue The night of: un seguimiento casi clínico de las acciones, que indaga en los procedimientos, las mentalidades de los sujetos, los patrones de conducta y la influencia de los espacios en los eventos que se narran. Eso le permite profundizar en la psicología del protagonista (Andrew Scott), que vive una existencia gris como estafador en Nueva York durante la década del sesenta, hasta que es contratado por un magnate llamado Herbert Greenleaf (Kenneth Lonergan) para viajar a Italia y persuadir a su hijo, Dickie (Johnny Flynn), para que retorne a los Estados Unidos. Ese viaje, además del encuentro con Dickie y su novia Marge (Dakota Fanning), le abrirán a Ripley a una vida mucho más cómoda y glamorosa. Pero cuando esa posibilidad se vea amenazada, Ripley comenzará a encadenar una sucesión de engaños, fraudes y asesinatos de todo tipo, tanto planificados como casuales. Si bien tiene un ritmo pausado, que requiere la paciencia del espectador, hay algo en Ripley que no deja de ser subyugante y está relacionado con su manejo del suspenso. Es que la tensión crece, en primera instancia, por la certeza casi inmediata de que Ripley puede ser alguien tan astuto como torpe, a quien en muchas ocasiones lo favorece el azar: por caso, la primera secuencia de asesinato tiene connotaciones brutales, pero también hilarantes, que parecen salidas de una película de Buster Keaton. El segundo factor está relacionado con la información, porque la puesta en escena pone casi siempre al público un paso por delante de la mayoría de los personajes y utilizar datos específicos u objetos como instrumentos esenciales para crear inestabilidad incluso en momentos aparentemente mundanos: ahí está un pasaje donde un pasaporte falso o un manchón de sangre están casi a la vista de la policía, con un Ripley que solo depende de su buena suerte. Todo esto -el azar en contraposición a lo causal, la astucia como complemento de la fortuna, lo que se sabe y lo que no- convierten a la narración en una experiencia que recuperan la maestría del suspense hitchcockiano. Indudablemente, Zaillian tiene claro que los universos de Alfred Hitchcock y Highsmith tienen puntos de entrecruzamiento -por algo el realizador adaptó a la autora en Extraños en un tren– y actualiza esa complementariedad. A eso le suma una lectura social que nunca es explícita desde la oralidad, porque está sostenida en la gestualidad de los personajes, las relaciones de clase y lo que pueden transmitir acciones específicas o determinados elementos. El resentimiento de ese estafador que es Ripley, que se potencia a partir de sus ansias de ascenso social, encuentra en la puesta en forma de Zaillian expresiones perfectas. Es difícil recordar, por ejemplo, una obra donde las escaleras (con personajes tanto ascendiendo como descendiendo) sean enmarcadas con tanta obsesión y detalle, explotando al máximo todos sus simbolismos o instrumentación narrativa. A eso hay que sumarle un par de factores adicionales: primero, un trabajo estético notable, donde la fotografía en blanco y negro enriquece las luces y sombras del relato. Y, segundo, un elenco de altísimo nivel, en el que Fanning está muy bien; Maurizio Lombardi, como un inspector meticuloso y profesional, está estupendo; y Scott parece decirnos en cada plano que nació para encarnar a Ripley, ese ser resbaladizo en una carrera sin freno para escapar de la mediocridad. Ripley ya es, con comodidad, de lo mejor que entregó y entregará este año televisivo.

-Los ocho episodios de Ripley están disponibles en Netflix.


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