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Duna: Parte Dos

Título original: Dune: Part Two
Origen: EE.UU. / Canadá
Dirección: Denis Villeneuve
Guión: Denis Villeneuve, Jon Spaihts, sobre la novela de Frank Herbert
Intérpretes: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Austin Butler, Javier Bardem, Josh Brolin, Florence Pugh, Stellan Skarsgård, Christopher Walken, Dave Bautista
Fotografía: Greig Fraser
Montaje: Joe Walker
Música: Hans Zimmer
Duración: 166 minutos
Año: 2024


5 puntos


EL ESTADO DE LAS COSAS

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Seguramente para las horas en que se está publicando este texto, Duna: Parte Dos ya sumó en apenas dos días más espectadores que Argylle: agente secreto en todo su recorrido por las salas del mundo. Así las cosas, una película creativa, divertida, lúdica, que se tira de cabeza al ridículo, no le interesa a nadie, y un ladrillo desapasionado como el bodoque este de Denis Villeneuve genera un clamor -si pienso en su apuesta por el sopor- masoquista. Se me podrá señalar que la acumulación de estrellas, que los jóvenes del momento (el Chalamet y la Zendaya), que la novela de culto en la que está basada, que el prestigio del director… No importa, teníamos una primera parte que era la cumbre del aburrimiento ceremonioso. Si ni eso sirvió como alerta…

En verdad la idea de que Duna: Parte Uno era un aburrimiento ceremonioso es equivocada, la distorsión del punto de vista de un señor mayor (quien suscribe), cuya infancia y adolescencia se construyó en un tiempo donde las películas de acción y aventuras todavía llamaban a la alegría y al jolgorio, incluso la irresponsabilidad. Había por cierto ejemplos de un cine que cruzaba lo genérico con cierta pretensión autoral, o que tenían una determinada ambición formal o estética, pero teníamos bien organizados los estantes del videoclub: una cosa eran las Volver al futuro o las Indiana Jones y otra las Blade Runner, tal vez una de las grandes promotoras del cine de (des)entretenimiento que hoy es regla. Por lo tanto, Duna: Parte Uno no era un error sino el producto adecuado para el estado del cine actual. Uno tiende a culpar a la exagerada influencia de Stanley Kubrick por este camino que el cine con ínfulas de masividad incorporó, pero también es cierto que más allá de la frialdad calculada del cine del director de 2001: odisea del espacio, había en su universo personal algunas ideas retorcidas e incómodas, como quedaron plasmadas en Ojos bien cerrados, su última película y una de sus mejores obras. En tipos como Villeneuve ni siquiera hay una intención de provocar (como en otros pavotes contemporáneos: Lanthimos, Östlund, Iñárritu, Von Trier), sino más bien la necesidad de volver complicado lo simple y de buscar una trascendencia que es siempre simulación. Es como si lo estético alcanzara y no importara si logra volverse narración o no (narrar, ¿qué es narrar?), como si el movimiento tuviera que estar siempre detrás del pensamiento, un cine cerebral y medido, un cine que nos hace creer que estamos viendo algo superior (por relación directa eso nos vuelve superiores a nosotros), como si entretenerse fuera mala palabra. En una época que celebra a Christopher Nolan como gran autor de la industria, no hay forma de que esa sea la propuesta.

La simulación se aplica perfectamente a esta segunda parte. Duna: Parte Uno era apenas un prólogo, una película a la que presentar un grupo de personajes y plantear un conflicto mínimo le insumía 135 minutos. Ciento treinta y cinco minutos de nada. Por el contrario, en esta secuela pasan cosas, hay movimiento y conflictos, personajes que no son estáticos y tienen arcos dramáticos, y un final que modifica las reglas y plantea una historia nueva hacia adelante. ¿Entonces cuál es el problema? Que en verdad Villeneuve dispone todo de la forma más contable posible: desapasionada, despojada de todo sentido épico, sin vida. Las cosas están porque tienen que estar y pareciera que en verdad la película que le interesa contar es la que está entre las secuencias de acción, los mambos metafísicos y existenciales de sus personajes, que bordean el absurdo pero el canadiense no es alguien que se permita ir por ese camino. Duna: Parte Dos es una película que se ve bien, se (sobre)escucha bien, que tiene algunas secuencias grandotas y espectaculares, pero que nunca deja de ser la simulación de un gran entretenimiento a cargo de un director con necesidad de mostrar su mano en cada decisión de puesta en escena. Y no deja de ser curioso que una historia que pretende cierta épica revolucionaria se sienta apagada y despojada de emoción. Mal que le pese a Villeneuve, su Duna está más cerca de los Harkonnen que de los Fremen, pero en todo caso no deja de ser un fiel representante de su época.


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