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Demon Slayer: rumbo al entrenamiento de los pilares

Título original: Demon Slayer: Kimetsu No Yaiba – To the Hashira Training
Origen: Japón
Dirección: Haruo Sotozaki
Guión: Koyoharu Gotouge
Voces originales: Natsuki Hanae, Akari Kito, Hiro Shimono, Yoshitsugu Matsuoka, Tomokazu Sugita, Kenichi Suzumura, Kana Hanazawa, Saori Hayami, Nobuhiko Okamoto, Tomokazu Seki
Duración: 104 minutos
Año: 2024


5 puntos


UN PARTICULAR MODELO DE NEGOCIOS

Por Franco Denápole

(@franco.denapole)

En 2021 se estrenó Demon Slayer – La película: tren infinito, una continuación del animé homónimo estrenado el año anterior. La película arrasó en taquilla, convirtiéndose en la segunda película más taquillera a nivel global en ese año y la película de animé más lucrativa de la historia (con más de 500 millones de dólares de recaudación, superó a El viaje de Chihiro que había logrado casi 400). Con esos antecedentes, y la popularidad sostenida del animé a lo largo de los años, una vuelta a la gran pantalla no tardaría en llegar, y finalmente ocurrió este año con la nueva Demon Slayer: rumbo al entrenamiento de los pilares.

Ya la primera película mostraba el funcionamiento de un modelo de negocios algo particular, puesto que lo que se representaba en pantalla no era sino un pequeño arco del manga que, poco tiempo después, veríamos re-adaptado para la televisión. A primera vista, este proceder no se diferenciaría tanto del sistema tradicional en el que el espectador paga su entrada al cine para, por un lado, experimentar una película en la gran pantalla y, por el otro, no tener que esperar a que salga en plataformas. Sin embargo, al tratarse de una película ambientada en el universo de una serie, los espectadores esperamos, al pagar el precio de admisión, que se nos cuente, en todo caso, una parte de la historia que no habríamos visto de otra manera. Es lo que, habitualmente, acostumbran a hacer los estudios de animación japoneses al encarar la realización de una película dirigida a los cines. Shows como Dragon Ball, Naruto y Boku no Hero Academia optaban por contar una pequeña narración accesoria a la historia principal, que no spoileaba sucesos importantes de la trama y, al mismo tiempo, sabía justificar la entrada al cine regalando algo único, que sólo se podría ver ahí.

Demon Slayer se desvía de ese camino. El equipo creativo que está detrás de esta marca propone al espectador un recorrido transmedia distinto. En el caso de esta segunda featured film, lo que se nos ofrece es una repetición (exacta, no editada, ni mejorada, ni remasterizada, ni ampliada) del último capítulo de la recientemente concluida tercera temporada, pegada al primer capítulo de la aún no estrenada cuarta temporada. Una compilación, dicho lisa y llanamente, de dos porciones de content al que ya podemos acceder, o bien podremos hacerlo dentro de unos meses, con nuestra subscripción a Crunchyroll.

La pregunta que uno no puede evitar hacerse entonces es: ¿vale la pena pagar una entrada de cine para ver contenido repetido? Para responder tal vez sea necesario hablar un poco de la película en sí, aunque no haya mucho que decir. Demon Slayer cautivó al público con una historia que, básicamente, se instala en el subgénero shōnen, ese que está pensado para ser consumido por adolescentes varones. Sin embargo, el universo imaginado por Koyoharu Gotouge es muy distinto a otros de carácter más colorido y alegre, por ejemplo de series como Dragon Ball o One Piece. La mangaka se inclina por una narración más oscura, que, aunque no carece de humor, por su inclinación por lo trágico, su cercanía con el registro del terror y el suspenso y sus giros despiadados, juguetea más con ese otro subgénero del manga japonés que es el seinen, dirigido a varones un poco más adultos.

Si bien el manga fue exitoso desde su lanzamiento, el estreno del animé hizo que la popularidad de la historia de Tanjiro se disparara. Sin duda tuvo en esto un papel central la fantástica animación a cargo del estudio Ufotable, el cual logra algo difícil: combinar de forma armoniosa (al menos la mayoría del tiempo) la animación en 2D y 3D, logrando secuencias de acción vertiginosas y cautivadoras por sus colores vibrantes. Ahora bien, no mucho se esconde detrás de esta belleza formal, puesto que, desde su estructura, el relato que cuenta el animé no va más allá de la repetición algo cansina de la fórmula tradicional del shōnen: niveles de poder escalonados, protagonistas superdotados y la insistencia en una filosofía del sacrificio individual por el bien colectivo (muy caro a la cultura japonesa en su totalidad).

Demon Slayer: rumbo al entrenamiento de los pilares no ofrece ni más ni menos que lo que he desarrollado hasta ahora. Una experiencia sensorial notable para quien disfrute de la animación, una historia predecible con un condimento extra de tenebrosidad y crudeza, y la repetición sin agregados de lo que ya propone la narración en su versión televisiva.


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