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24 líneas por segundo: Dos colgaos muy fumaos

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Ni Sylvester Stallone ni Arnold Schwarzenegger habían protagonizado series en su carrera, pero a la vejez… ¡streaming! Y ahí los tenemos, a Sly protagonizando la interesante Tulsa King para Paramount+ y al Terminator en la amable y divertida Fubar de Netflix. Pero no son ellos (aunque bien lo podrían ser) los protagonistas de esta columna, sino más bien dos coprotagonistas de ambas producciones, dos actores generacionales que representan un contrapunto notable con la iconografía anabolizada que Stallone y Schwarzenegger han construido en la pantalla a lo largo de cuatro décadas. Porque nada más lejos del estereotipo del macho de acción como Martin Starr y Jay Baruchel, que de ellos se trata. Starr es norteamericano y tiene 40 años, Baruchel tiene 41 y es canadiense. No sólo que casi tienen la misma edad y los hemos visto crecer en infinidad de comedias en las que eran los buenos amigos de los protagonistas (Starr en la gloriosa Freaks and geeks, Baruchel siempre junto a Seth Rogen, los dos en la genial Ligeramente embarazada), sino que además parecen ser buenos amigos en la vida real según las fotos que podemos encontrar googleando por ahí, donde los vemos compartiendo galas y esas cosas que hace la gente de Hollywood. Dada la fragilidad fumona característica de los personajes que ambos han representado, no deja de ser curiosa la elección aunque también es lógica. En Tulsa King, Starr es el relajado dueño de un local de venta de cannabis que termina asociándose al gángster que interpreta Stallone. En Fubar, Baruchel es el inseguro novio de una agente secreta de la CIA que además tiene de suegro a don Arnold, así que imagínense. Tanto Starr como Baruchel funcionan dentro de ambas tramas como resortes cómicos que se activan por oposición: Es divertido ver al relajado Starr tratando de contener la violencia desatada de Sly, como pensar la desigualdad de condiciones entre las estructuras óseas de Schwarzenegger y Baruchel en su duelo de suegro y yerno. Sin embargo, ambas series terminan por descubrir que en esa debilidad hay algo de razón. Ni Starr es tan perejil, ni Baruchel es tan imbécil. Por lo tanto, Sylvester y Arnold han aceptado que el tiempo pasó y los estereotipos masculinos se han reconfigurado y reconvertido en otra cosa. Si mejor o peor, usted sabrá. En todo caso diferente, que esa es la gracia de ambas series, de ver una cuerda sensible en dos tipos duros como rocas. Al final esto fue sobre Stallone y Schwarzenegger. En todo caso, no puedo dejar de pensar que en esa reconversión de una vieja masculinidad mucho tuvo que ver la comedia.


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