Título original: Sharper
Origen: EE.UU.
Dirección: Benjamin Caron
Guión: Brian Gatewood, Alessandro Tanaka
Intérpretes: Julianne Moore, Sebastian Stan, Justice Smith, Briana Middleton, John Lithgow, Darren Goldstein, Phillip Johnson Richardson, David Pittu, Tom White, Quincy Dunn-Baker, Hannah Dunne, Giullian Yao Gioiello
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Montaje: Yan Miles
Música: Clint Mansell
Duración: 116 minutos
Año: 2023
Plataforma: Apple TV+
4 puntos
UNA ESTAFA SOLEMNE Y PEDANTE
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Las películas de estafas y robos suelen estar, en la mayoría de los casos, ligadas a la comedia, porque siempre lo lúdico es un factor vital en sus estructuras narrativas. Incluso en las que se aproximan al drama el humor suele hacerse presente, aunque de forma más sutil, atravesando situaciones puntuales. Sin embargo, Sharper: un plan perfecto (que está disponible en Apple TV+) parece querer constituirse en la excepción a la regla, al precio de que eso le quite casi todo interés.
Dirigida por Benjamin Caron, la película está situada en Nueva York y busca constituirse en un relato casi coral, donde los recorridos de diversos personajes se entrecruzan en una trama deliberadamente enredada. Dividida en capítulos, enfocado cada uno en alguno de los protagonistas, Sharper: un plan perfecto va acumulando estafas y engaños, así como estafadores y estafados, que incluso pueden cumplir ambos roles. Están el joven dueño de una librería (Justice Smith) que se enamora de una estudiante universitaria (Briana Middleton); un millonario (John Lithgow) a punto de casarse con una mujer bastante menor que él (Julianne Moore); y un experimentado criminal (Sebastian Stan) que se conoce todos los trucos del manual de estafas. Pero esa descripción es apenas superficial, porque a medida que avanza la historia vamos conociendo las verdaderas identidades de unos y los lazos entre otros, en un juego de mascaradas que es también promovido por la estructura narrativa.
Hay dos problemas esenciales en Sharper: un plan perfecto que son en buena medida errores no forzados del guión y la puesta en escena, y que encima se retroalimentan entre sí. El primero está dado por la estructuración de capítulos, donde el mecanismo de aplicar un giro que funciona en buena medida como revelación para conectar con el siguiente tramo se repite hasta el agotamiento y la previsibilidad. Eso hace que casi enseguida la película pierda sorpresa, lo cual es un factor esencial para el subgénero en el cual se inscribe. El segundo está dado por el tono casi depresivo que se impone en casi todo momento: casi no hay disfrute por parte de los personajes, incluso cuando sus trampas funcionan o no saben que están siendo engañados. Pareciera que Caron, junto a los guionistas Brian Gatewood y Alessandro Tanaka, se empeñaran en que todo sea un drama existencial, un mosaico de seres rotos que se engañan mutuamente para superar el vacío de sus vidas. Pero encima ese tono tristón es una pose constante, con actuaciones subrayadas y solemnes.
Todo esto lleva a que Sharper: un plan perfecto parezca un tratado moralista sobre la criminalidad, mostrándose casi empeñada en evitar todo tipo de diversión o disfrute, con un distanciamiento de las acciones que conduce a una total indiferencia. No hay tensión o suspenso, solo la administración de esquemas que se repiten cada una cierta cantidad de minutos. Hasta parece una película sobre estafas hecha para espectadores a los que no les gustan las películas sobre estafas. Y, cuando quiere ponerse juguetona o generar algo de expectativa sobre qué puede llegar a suceder con ciertas vueltas de tuerca, se muestra redundante en las explicaciones y no puede superar la falta de empatía por lo que les pasa a los protagonistas. Con sus personajes seriotes y sin carisma, Sharper: un plan perfecto es un buen ejemplo de cine mecánico, que hasta parece despreciar a la tradición genérica en la cual debería inscribirse y que se cree mucho más inteligente de lo que realmente es.
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