Por Patricio Beltrami
NdR: Este artículo contiene spoilers.
Como si fuera un spin-off del artículo de la semana pasada, se reitera que los superhéroes gozan de buena salud por fuera de los grandes estudios de la industria. Lamentablemente, el rendimiento del género en 2023 sólo se ha analizado en base a los tanques de Marvel Studios y DC Studios: Ant-Man and The Wasp: Quantumania y ¡Shazam! La furia de los dioses, respectivamente. Sin embargo, hasta el momento El cuartel secreto ha sido la historia del año (NdR: El film llegó a Star+ a fines de febrero del corriente, aunque su estreno internacional data de 2022). Sin mayores preocupaciones que lanzarse a la aventura desde el inicio, actualmente no existe nada más saludable que la simple premisa del relato: A salvar el mundo, y divertirse.
Claro está, pareciera que una comedia familiar y adolescente, liviana y despojada de cualquier intención de transcender o crear una franquicia, no ha despertado el interés del pretensioso público del género. Sin embargo, El cuartel secreto afortunadamente se ocupa de sus propios asuntos sin tomar en consideración las exigencias externas. Como bien señaló Rodrigo Seijas en su crítica, lo que distingue a la película es su “espíritu juvenil y descontracturado”. Justamente, el relato no se estanca en el drama de Charlie (Walker Scobell), un adolescente criado por su madre ante la ausencia su padre Jack (Owen Wilson). De hecho, a partir de una travesura se desencadena el conflicto del film: Charlie le miente a su padre, organiza una fiesta con amigos y, accidentalmente, descubren el cuartel secreto de El Guardián, héroe protector del mundo e ídolo del protagonista.
Desde ese momento, se refuerza el costado lúdico de la propuesta. No sólo la revelación de la identidad del superhéroe es acompañada por un gran chiste, sino que los adolescentes reaccionan de manera genuina frente al hallazgo de la avanzada tecnología que encuentran en la guarida: usan el espacio como parque de diversiones. A prueba y error, se apropian de elementos destructivos, crean armas y manejan vehículos con total despreocupación. Inconscientes de los peligros que implica el uso de esta tecnología, incluyendo la potencial irrupción de los villanos, los jóvenes manipulan sus nuevos juguetes para sacar ventaja en cuestiones cotidianas, como ganar un partido de béisbol o esconder algo en un casillero. Y si Spider-Man nos ha enseñado que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, estos chicos no tomaron nota al respecto, sólo les interesa impresionar a sus intereses románticos y divertirse.
Incluso, cuando terminan acorralados por los villanos para rendir cuenta de sus travesuras, la única salida que encuentran es redoblar la apuesta. Como si fuera Mi pobre angelito con armamento extraterrestre, los adolescentes se valen de ingenio, picardía y del conocimiento del lugar que habían conocido literalmente 24 horas antes para enfrentarse a un grupo de letales mercenarios armados. ¿El resultado? Muertes y torturas accidentales mezcladas con golpes de suerte y la intervención a pura comedia de Jack. En ese orden, se toma una decisión inteligente al despojarlo de sus poderes momentáneamente, por lo que el superhéroe debe sumarse al grupo de adolescentes para recuperar el manto de El Guardián, insertándolo en la dinámica temeraria, descontracturada e irresponsable de los adolescentes. En ese marco, lejos de cualquier intercambio dramático y anticlimático para el tono del film, la esperada reconciliación entre padre e hijo se concreta en una conversación hilarante y se complementa desde la acción con decisiones heroicas y una resolución tan creativa como fiel al recorrido de los personajes durante el relato.
Confiados en sí mismos y siempre atentos a las posibilidades de escabullirse de los problemas, los adolescentes mantienen una gran preocupación como hilo conductor de la historia: el primer amor. Mientras que Lizzie queda involuntariamente atrapada en una disparatada disputa entre Berger y su hermano mayor Big Mac, Charlie se paraliza ante Maya, no sólo porque no puede ocultar su enamoramiento, sino porque años atrás la había dejado a causa por haber inventado un rumor sobre su mal aliento. Recompuesta la relación entre padre e hijo, el resto de los conflictos de El cuartel secreto se resuelven en el mismo tono creativo, liviano, amable y, fundamentalmente, desde la acción. Con un poco más de estos ingredientes, Ant-Man 3 y Shazam 2 podrían haber funcionado algo mejor. Qué le sirva de lección a sus estudios.
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