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24 líneas por segundo: Contate un chiste Anya Taylor-Joy

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hace un par de semanas destacábamos el trabajo de Jack Black como la voz de Bowser, el villano de Super Mario Bros. La película. Black hace de ese elemento, su voz, una herramienta sumamente cómica; cada inflexión, cada cambio de tono y registro le dan cuerpo al personaje, un malvado decididamente patético. Pero Black es el líder de un elenco integrado por varios y muy buenos comediantes: Chris Pratt, Charlie Day, Sebastian Maniscalco, John DiMaggio, Keegan-Michael Key, Fred Armisen, Seth Rogen, todos logran buenos trabajos, aunque la película luzca con poco brillo y no le dé material muy distinguido para que sobresalgan. Desde la década de 1990, tal vez con el genio de Aladino interpretado por Robin Williams, se comenzó a convocar a figuras reconocidas para darles voz a los personajes de las películas animadas, lo que representa también un gancho comercial. Y no casualmente esos intérpretes son mayormente comediantes. Más allá de que la mayoría del cine animado que se produce está canalizado por la vía de la comedia, lo cierto es que los comediantes tienen esa cualidad de hacer expresiva cada parte de su cuerpo, lo que incluye su voz. Es por eso que, aún sin su presencia física, la sonoridad de su voz ya invoca a la risa, porque saben construir desde la más mínima expresión (la comedia es algo que surge desde lo inexistente, no como el drama que se sostiene en base a saberes aprendidos socialmente). Esto nos lleva a pensar uno de los grandes problemas de Super Mario Bros., que es la voz de Peach, la princesa y gran protagonista. La encargada de ese trabajo es Anya Taylor-Joy, sin dudas una de las grandes actrices de su generación. Sin embargo, cuando uno recorre su filmografía, se encuentra con pocas comedias. ¿Amsterdam? ¿El menú? ¿Emma.? Tal vez tengan algo de humor, pero no son decididamente comedias. Y esa falta de roce con el género atenta decididamente con la forma en que encara a Peach, un personaje que debería ser pura aventura y que luce decididamente desangelado; no hay nada en su trabajo vocal que sobresalga o que justifique su presencia en el elenco. La falta de comedia en la filmografía de Anya Taylor-Joy responde también a su búsqueda de prestigio. Y uno no quiere decir que el prestigio sea enemigo de la diversión, pero algo de eso hay. Como las brujas, que no existen pero que las hay las hay. Y de hecho La bruja, película de terror autoral y prestigiosa, es la que instaló a Anya Taylor-Joy en la consideración del gran público.


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