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Desencantada

Título original: Disenchanted
Origen: EE.UU. 
Dirección: Adam Shankman
Guión: Brigitte Hales
Intérpretes: Amy Adams, Patrick Dempsey, Maya Rudolph, Gabriella Baldacchino, James Marsden, Idina Menzel, Yvette Nicole Brown, Jauma Mays, Kolton Stewart, Oscar Nuñez, Alan Tudyk, Griffin Newman, Brooke Josephson
Fotografía: Simon Duggan
Montaje: Emma E. Hickox, Chris Lebenzon
Música: Alan Menken
Duración: 119 minutos
Año: 2022
Plataforma: Disney+


4 puntos


UN NUEVO (E INNECESARIO) CUENTO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

En esa fiebre por generar contenido a cómo dé lugar, Disney+ sigue exprimiendo clásicos, pero también éxitos recientes, a partir de nuevas películas o series, con suceso dispar. Uno de los exponentes más recientes es Desencantada, que -por más que fuera un proyecto sobre el que se había especulado durante largo tiempo-, ya cargaba con la típica duda expresada en el interrogante de “para qué”. Y que, tras su visionado, deja la incertidumbre instalada, dados los flojos resultados.

Ese “para qué” al cual le cuesta responder queda en evidencia desde el comienzo y durante un importante tramo de Desencantada. Allí la vemos a Giselle (Amy Adams) cuestionándose esa felicidad que había conseguido al final de Encantada, agobiada por la rutina de la vida familiar en la gran ciudad con Robert (Patrick Dempsey) y la hija de este, Morgan (Gabriella Baldacchino), que ya es la típica adolescente problemática. Durante largos minutos, el único conflicto que parece querer abordar el film de Adam Shankman es la esa familia ensamblada que afronta el desgaste de la convivencia y que se muda a los suburbios para tratar de recuperar la vitalidad perdida, sin mucho éxito, por cierto. Casi un tercio de la película está ocupada en retratar situaciones que parecen extraídas de un par de capítulos malos de La familia Benvenuto.

Recién cuando Giselle realiza un hechizo para reconvertir ese suburbio donde se ha mudado en algo parecido a Andalasia, ese mundo mágico similar a un cuento de hadas, es que Desencantada va progresivamente encontrando su centro narrativo. Especialmente cuando el hechizo se le vuelve en contra a la protagonista y todo se vuelve una carrera contra el tiempo para salvar a Andalasia y la propia Giselle, que pierde todo recuerdo de su identidad y amenaza con convertirse en una villana en toda regla. Para esto, el relato acumula personajes -ya conocidos y nuevos- cuyas existencias son alteradas por las decisiones de Giselle y que luego deberán accionar en consecuencia, en un movimiento espacial inverso al de la primera parte: si en Encantada todo se trataba de la llegada de lo mágico al mundo real, aquí es lo real arrastrado al territorio de la fantasía.

Pasa que esa inversión que propone la película no funciona del mismo modo que en su predecesora: acá no se trata de matemática y el orden de los factores sí altera el producto. Lo atractivo de Encantada pasaba en buena medida por cómo los códigos de los cuentos de hadas podían alterar el materialismo de nuestro mundo cotidiano, revelando de paso sus capas fantásticas que no vemos a simple vista. La ficción alteraba la realidad de una forma productiva, cosa que no sucede cuando se hace al revés. Por eso, lo único que termina haciendo Desencantada es reforzar los componentes mágicos: más hechizos, más objetos mágicos, más villanas, más héroes, más canciones, sin mucho criterio, con poca lucidez y mediante pura acumulación, hasta saturar al espectador con sus idas y vueltas.

Se podrá decir que hay un nuevo intento de diálogo entre imaginarios en Desencantada, y que hasta hay algunos hallazgos interesantes, como el rol protagónico que va adquiriendo el personaje de Morgan a medida que avanza la trama. Pero lo cierto es que sus casi dos horas lucen estiradas, sin un norte narrativo y temático consistente, como si lo único relevante fuera transmitir que, al fin y al cabo, la felicidad familiar no hay que buscarla lejos, sino en los propios seres queridos. Y sí, el mensaje queda claro, pero a costa de una serie de enredos bastante forzados que nos hacen pensar que con “y fueron felices para siempre” de Encantada bastaba y sobraba.


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