Título original: F9: The Fast Saga
Origen: EE.UU.
Dirección: Justin Lin
Guión: Daniel Casey, Justin Lin
Intérpretes: Vin Diesel, Michelle Rodriguez, Jordana Brewster, Tyrese Gibson, Ludacris, Nathalie Emmanuel, Charlize Theron, John Cena, Finn Cole, Sung Kang, Anna Sawai, Helen Mirren, Kurt Russell, Lucas Black, Shad Moss, Thue Ersted Rasmussen, Don Omar, Shea Whigham, Vinnie Bennett, JD Pardo, Michael Rooker, Jim Parrack, Siena Agudong, Azia Dinea Hale, Karson Kern, Igby Rigney, Jason Statham
Fotografía: Stephen F. Windon
Montaje: Greg D´Auria, Dylan Highsmith, Kelly Matsumoto
Música: Brian Tyler
Duración: 145 minutos
Año: 2021
2 puntos
UNA FRANQUICIA DEVORÁNDOSE A SÍ MISMA
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Si Rápidos y furiosos 8 rizaba tanto el rizo que terminaba siendo una secuela que se devoraba a sí misma, Rápidos y furiosos 9 hace lo mismo con la franquicia entera. Ya la saga, entre intrascendente y superficial en sus comienzos, se había inflado cada vez más a medida que se acumulaban las entregas. Sin nada adentro más allá de las explosiones, el sexismo y las bajadas de líneas de cartón corrugado sobre la institución familiar, era como un globo esperando a estallar o desinflarse. Y en esta novena parte todo se desinfla.
Ya el flashback con el que arranca la película nos indica que buena parte de la trama no solo va a ser insoportablemente discursiva, sino también innecesaria y prescindible. Varios minutos dedicados a mostrar algo que ya se sabía -el accidente en el que muere el padre de Dom (Vin Diesel), que él se lo contaba a Brian (Paul Walker) en la primera parte de la saga-, pero agregándole varios diálogos inverosímiles y un dramatismo forzado a más no poder. Esa secuencia y sus momentos posteriores va a ser retomada, una y otra vez, para tratar de potenciar el enfrentamiento entre Dom y su hermano menor, Jakob (John Cena), quien se ha convertido en un espía al servicio del mejor postor. El disparador es la desaparición de Mr. Nobody (Kurt Russell) y la búsqueda de un arma tecnológica que permitiría controlar todos los dispositivos con algún tipo de conectividad en el mundo. En el medio, vuelven a aparecer viejos aliados -entre ellos Han (Sung Kang), que retorna súbitamente de la muerte- y antiguos enemigos, como Cypher (Charlize Theron). Muchas tramas y subtramas a las que la película trata de acomodar en el medio de un puñado de secuencias de alto impacto apenas rescatables.
Hay una escena donde se le pregunta a Han qué le había pasado y de dónde salió, teniendo en cuenta que todos creían que estaba muerto, y él empieza a recordar lo mal que estaba tras la muerte de Gisele (Gal Gadot apareciendo de improviso en otro flashback más y van…). Cuando Roman (Tyrese Gibson) le pide que por favor vaya al grano y explique cómo sobrevivió al intento de asesinato de Deckard Shaw (Jason Statham), Teg (Lucadris) lo interrumpe y le ordena que deje que Han hable tranquilo. Así, Han puede seguir contándonos algo que todos sabíamos porque bueno, hay que darle más peso dramático a su personaje. Así es casi todo en Rápidos y furiosos 9: una sucesión constante de explicaciones redundantes de cosas ya sabidas, que demuestran que los realizadores ya no confían ni en su propio público. Mucho menos entonces en la materialidad cinematográfica: solo algunas persecuciones buscan un mínimo vínculo con el poder de la imagen y el movimiento. Todo es diálogo informativo, personajes diciendo qué les pasa, escenas dramáticas o humorísticas forzadas al extremo, sin verdadera incidencia en lo que se está contando. De energía e inventiva -más allá de algunas ideas ocurrentes, que igual están explicadas en exceso-, poco y nada.
Así, el conflicto central, que podría haberse resulto en algo más de una hora y media, se extiende por casi dos horas y media, llegando a un nivel de exceso y aburrimiento llamativo. No se trata de que esté mal que una película dure más de dos horas: Titanic está por encima de las tres horas, pero es entretenida de principio a fin. El problema pasa por la ausencia de una mínima sabiduría narrativa, de economía de recursos y de confianza en lo que se está contando, lo cual es mucho peor. Estirada, carente de dinamismo y con algunas resoluciones bastante vergonzosas, Rápidos y furiosos 9 condena a una franquicia -ya inflada con anabólicos hasta el límite- a la autodestrucción y decadencia.