Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Enrico Casarosa
Guión: Jesse Andrews, Mike Jones
Voces originales: Jacob Tremblay, Jack Dylan Grazer, Emma Berman, Saverio Raimondo, Maya Rudolph, Marco Barricelli, Jim Gaffigan, Peter Sohn, Lorenzo Crisci, Marina Massironi, Gino La Monica, Sandy Martin
Fotografía: David Juan Bianchi, Kim White
Montaje: Catherine Apple, Jason Hudak
Música: Dan Romer
Duración: 95 minuntos
Año: 2021
Plataforma: Disney+
9 puntos
BEYOND THE SEA
Por Mex Faliero
Detrás de las obras maestras, aquellas que cimentaron el prestigio de Pixar (habría que pensar en ese período que va de Toy Story a Toy Story 3), y sus películas más experimentales (y menos estimulantes, hablamos de Intensa-Mente y Soul), hay en la compañía de cine animado una segunda línea de películas que no son las más renombradas, que incluso pueden haber sido un fracaso de taquilla, pero que son cuentos perfectos narrados con un corazón enorme, historias simples y directas que no buscan trascender, pero que forman parte de una noble tradición y en la que se reconocen múltiples filiaciones cinematográficas. Un gran dinosaurio, Monsters University y Unidos son esas películas un poco marginadas, esas a las que se califica despectivamente como austeras cuando en ocasiones la austeridad puede ser un activo del cine. No por nada son películas que desarrollan conflictos simples, que avanzan con la tersura de historias transparentes, pero que se guardan para su último acto una serie de resoluciones formales puestas en escena con enorme sabiduría. Son películas sobre la amistad (bueno, los protagonistas de Unidos además eran hermanos), sobre los vínculos y las dependencias, y muy especialmente sobre aquello que perdemos a partir de las decisiones que tomamos como individuos cuando crecemos. A ese trío de películas ahora se suma Luca, otra sobre la amistad, efusivamente sobre la amistad, asfixiantemente sobre la amistad.
En verdad Luca puede ser la película de este grupo que más pregnancia tenga en el gran público. Porque sus personajes son empáticos a más no poder, porque utiliza algunos recursos dramáticos más convencionales y porque, además, tiene un subtexto en el que su mirada sobre la aceptación del diferente puede ser una analogía muy cristalina de la libertad en la elección sexual de sus protagonistas; y eso funciona en el prototipo de espectador mayoritario que gusta de las enseñanzas y los mensajes en las películas. Sin embargo, y más allá de las etiquetas que se le puedan poner, el film de Enrico Casarosa trasciende eso -nuevamente- por la forma inteligente en que pone en escena sus conflictos y las variantes que encuentra para resolverlos. Como en la mayoría del cine animado que se produce, y especialmente en el que Pixar ha sabido encontrar la diferencia, el gran tema en Luca es la aceptación de lo desconocido, pero fundamentalmente la forma en que el diferente aprende a manejarse en ese mundo que lo desconoce y lo repele. Aquí con dos monstruos marinos adolescentes, que salen a la superficie y tienen la habilidad de imitar el aspecto humano, pero a los que una lluvia repentina podría revelar en su condición. Y ese es el verdadero horror que plantea Luca, no tanto el de descubrir al diferente si no el ser descubierto como diferente, como le pasaba a los juguetes de Toy Story o a la rata de Ratatouille o a los superhéroes de Los Increíbles. Luca apela no tanto a adoctrinar al que mira con desdén, como a envalentonar al que teme ese desprecio. Un detalle no menor y que se refuerza hacia el final con la intervención de un personaje clave. Casarosa cree que el mundo no se cambia para atrás, sino más bien hacia el futuro.
Si Un gran dinosaurio era un western, Monsters University una high school movie y Unidos una historia que abrevaba en los relatos fantásticos, Luca es un melodrama clásico, a la europea, con un espíritu entre vintage y naif, y repleta de guiños a la italianidad, algunos esperables (referencias cinéfilas y musicales), otros jugando conscientemente con el estereotipo (¡Santa mozarella!) y otros muy inteligentes, como la utilidad dramática que se le da a la Vespa, ícono y emblema de cierto espíritu libre que es, en definitiva, el que persiguen Luca y Alberto, los protagonistas. Incluso la película cuenta con un villano en toda regla, un personaje despreciable como el chef de Ratatouille (casi uno de esos tipos arrogantes que interpretaba Vittorio Gassman), que retoma la idea de los villanos irredimibles que el cine animado ha perdido en el último tiempo. Todo en Luca apunta a la nostalgia, desde su aspecto visual, el uso de la luz y el color, hasta el diseño de ese pueblito costero italiano. Amistad adolescente y verano, un tipo de historia que genera sedimento para el resto de la vida. El epílogo es formidable y es ejemplar formalmente, uno de esos momentos que sintetizan gráficamente las emociones y los deseos de los personajes, sin subrayar ni emitir una palabra de más.
En Luca nada es demasiado traumático, hay conflictos, dolores, derrotas y pesares, pero todo se resuelve con mucha amabilidad y nobleza. Sin embargo el film de Casarosa no es ingenuo respecto de cómo es el mundo, trampa en la que cae mucho cine bienpensante, categoría en la que este film de Pixar parecería encuadrarse. Hacia el final aparece la abuela de Luca, que no será la de Coco pero tiene algo revelador para decir, personaje clave sobre el que sospechamos que tiene un mundo, pero que se reserva en silencio. La abuela dice que finalmente mucha gente aceptará a Luca como es, pero también mucha otra no. Y que depende de nosotros saber encontrarnos con esa gente que nos hace sentir bien. En una línea la película desarticula el voluntarismo de la corrección política y acepta que las cosas pueden no ser como las deseamos, moraleja mayor para los protagonistas. Ese gesto pone a esta nueva producción de Pixar en un lugar absolutamente disruptivo. Como Luca y Alberto, el film de Casarosa esconde varias y reveladoras sorpresas.