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Los hijos de Sam: un descenso a los infiernos – Miniserie

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Ya el caso de David Berkowitz, conocido como El Hijo de Sam, que aterrorizó a la población Nueva York entre 1976 y 1977 con una violenta serie de asesinatos, tenía una enorme cantidad de condimentos atractivos: motivos difusos, un homicida elusivo, cartas amenazadoras, un tejido social en pánico, una verdadera caza del hombre, entre otras cuestiones. Pero Los hijos de Sam: un descenso a los infiernos aplica una vuelta de tuerca extra, al centrarse en Maury Terry, un periodista que, al profundizar su investigación, se fue convenciendo de que los crímenes estaban vinculados a un culto satánico. La miniserie documental, cuyos cuatro episodios son dirigidos por Joshua Zeman, utiliza la voz over de Paul Giamatti como Terry para ir delineando el recorrido del protagonista, que intercala con testimonios de gente que conoció y colaboró con él. Así, va construyendo un relato con evidentes tintes de policial, en el que cada hallazgo dispara nuevas pistas y cada respuesta plantea más preguntas. Aparecen relaciones con otros crímenes, posibles cómplices o copartícipes, y la noción de que Berkowitz era apenas un peón en un juego mucho más grande, donde misteriosas organizaciones implementaban sus propias y macabras reglas. A la vez, la narración se va hilvanando como una lucha de voluntades entre un hombre (con la ayuda de un pequeño grupo de personas) y una suma de entidades, que van desde el Departamento de Policía de Nueva York -que desde el comienzo busca desacreditarlo- hasta sectores políticos y económicos, pasando por el poder mediático, que, de acuerdo al momento, se comportaba como aliado o adversario de Terry. En buena medida, esa pesquisa de Terry (que incluye la publicación de un libro titulado The Ultimate Evil: The Search for the Sons of Sam) termina siendo el retrato de una época, de un momento de la sociedad norteamericana donde las derivaciones del ocultismo -tanto las luminosas como las oscuras- impactaban de lleno y creaban toda clase de incertidumbres. Pero, a la vez, es la historia y la imagen misma de una obsesión, que se va acrecentando con el paso de los años, hasta condicionar por completo la existencia y el propósito de Terry. Particularmente hacia el último capítulo, Los hijos de Sam: un descenso a los infiernos se va tornando casi desoladora, ya que asistimos al progresivo derrumbe de un tipo que no solo no logra que se reconozca su trabajo, sino que tampoco termina de llegar al fondo del enigma detrás de Berkowitz y los crímenes. Las hipótesis de Terry podrán ser cuestionables -incluso parecen un cúmulo de teorías conspirativas exageradas-, pero la convicción que se trasluce en su investigación se traslada a la narración y por ende al espectador, que no puede evitar quedarse con unas cuantas dudas. Y pocas cosas son más angustiantes e inquietantes que la falta de respuestas.

-Los cuatro episodios de Los hijos de Sam: un descenso a los infiernos están disponibles en Netflix.

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