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La madre del blues

Título original: Ma Rainey’s Black Bottom
Origen: EE.UU.
Dirección: George C. Wolfe
Guión: Ruben Santiago-Hudson, basado en la obra de teatro de August Wilson
Intérpretes: Viola Davis, Chadwick Boseman, Glynn Turman, Colman Domingo, Joshua Harto, Taylour Paige, Jonny Coyne, Jeremy Shamos, Michael Potts, Scott Matheny, Dusan Brown, Phil Nardozzi, Daniel Johnson
Fotografía: Tobias A. Schliessler
Montaje: Andrew Mondshein
Música: Branford Marsalis
Duración: 94 minutos
Año: 2020
Plataforma: Netflix


5 puntos


TENSIÓN RACIAL Y TEATRAL

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Ambientada en Chicago en la década de 1920, la película de George C. Wolfe relata las tensas horas de encierro que se dan en un estudio de grabación donde la pionera del blues, Ma Rainey, graba un nuevo disco. Horas que se vuelven tensas a partir del carácter explosivo de la mujer, de la relación con el dueño del estudio y el productor del disco (dos hombres blancos), y por la interna entre los músicos. La tensión es puramente racial, entre los caprichos de Ma Rainey y las diferencias que existen en la banda a la hora de sostener su identidad de hombres negros ante un sistema dominado por blancos.

Basada en la obra de August Wilson (el mismo de Fences, aquella película nominada al Oscar dirigida por Denzel Washington, que acá produce), La madre del blues pretende desconocer su origen teatral a partir de unos planos de referencia que en un comienzo sitúan la acción. Sin embargo, la propia materia que constituye el relato devuelve una y otra vez la idea de que lo que estamos viendo es una obra filmada: un único espacio (en verdad dos, aunque lo mismo da: no hay fluidez narrativa entre esos dos espacios), una cámara atenta a los monólogos de los personajes, una luz puntual que remarca lo importante. En verdad en el teatro como espectadores, ante un monólogo, tenemos un dominio de todo el escenario. Aquí lo que hay es una cámara dominada por el primer plano. Y no podemos ver otra cosa. Ese parece ser el principal recurso dramático que encuentra Wolfe y de hecho Viola Davis y Chadwick Boseman le brindan dos showcitos personales de lo más ampulosos para que su cámara se engolosine aún más. Las actuaciones son buenas, si pensamos en ellas como gestos técnicos notorios. Y aquí todo se nota.

Es cierto que La madre del blues ofrece un material que en las manos de un director de cine podría ser sumamente interesante. Esa presión de los tiempos de la grabación del disco y del reloj, que pende sobre los personajes dándoles un límite, sería para alguien como Martin Scorsese, por poner un ejemplo, combustible suficiente. Hay tantos datos históricos, sociales, políticos y culturales que rodean la historia, que es una pena que Wolfe descrea de la imagen y la narración, y ponga todo el énfasis en los diálogos. Pero claro, Wolfe es un pegador de estampitas antes que un artista con una mirada personal. Si La madre del blues no es un film absolutamente descartable, es porque algo de esa tensión mencionada se hace presente y porque el oficio del elenco vuelve relevante aquello que no lo es.

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