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Los campeones (1992)



LOS BARDEROS DE LA DISNEY

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Cuando el exitoso abogado Gordon Bombay (Emilio Estévez) llega en limousine al barrio para cumplir con la sentencia de servicio comunitario que le aplicaron por conducir borracho, los chicos del equipo de hockey sobre hielo que tendrá que entrenar lo reciben de mala manera. Incluso se le burlan y uno le dice algo así como que es uno de los dealer de la zona. Sí, un chiste sobre falopa a cargo de un chico de unos diez años en una comedia familiar de Disney. ¿Pero cómo es eso? ¡Qué horror señor Disney! ¡Ponga un cartel para advertirme que esta película hace chistes sobre drogas y que ningún niño fue obligado a drogarse durante el rodaje! Pensar que hoy ese chiste tal vez no pasaría el filtro de tolerancia de la corrección política disneyana (¿solo disneyana?) no es algo que esté demasiado lejos de lo que sucede. Pero Los campeones, de Stephen Herek, es una película de los 90’s y tal vez en aquellos tiempos los cuidados eran otros (también el espíritu de diversión). Incluso, Charlie Sheen había sido elegido antes para el papel que luego interpretó su hermano Emilio. Si Charlie hubiera protagonizado la saga de Los campeones, hoy estas películas estarían enterradas en algún galpón del Hollywood o numeradas en alguna lista negra de la buena conciencia.

Los campeones tiene los elementos típicos de las historias deportivas; de las buenas historias deportivas. Tenemos un entrenador caído en desgracia que aprenderá la lección a partir de interactuar con sus jugadores, tenemos a los deportistas descastados y marginales que logran el éxito a partir de funcionar como grupo. Y tenemos la emoción de lo deportivo, de resolver los conflictos adentro de la cancha, con épica y corazón; también de la nostalgia por tiempos pasados y una honestidad, una transparencia clásica, que se contrapone con el materialismo y el exitismo de la modernidad. Sin dejar de lado la confrontación entre Gordon Bombay y el entrenador del equipo rival, un duelo que viene del pasado y ha dejado marcas. The Mighty Ducks, que así se llama el equipo que conduce Bombay, está integrado por un grupo de chicos con ganas pero sin demasiado talento. Y, para colmo de males, representantes de la zona más populosa. Los campeones entiende, lógicamente, que la empatía está con los débiles. Y construye el equipo más débil posible, con el objetivo de que el triunfo final sea aún más épico.

Herek, con un paso previo por la comedia infantil y adolescente, tenía el pulso para que fluyera tanto la aventura juvenil con los chicos haciendo travesuras por las calles como el género deportivo. Porque Los campeones se montaba sobre el éxito que habían tenido las películas deportivas en la última década y media, y especialmente en el público adolescente con la saga Karate Kid. Sin embargo, lo que sobresale aquí es el guion de Steven Brill, que es una suerte de definición para lo que vendría luego en su carrea: socio de Adam Sandler y director de muchas de sus mejores películas, como El hijo del Diablo, La herencia del señor Deeds o Sandy Wexler. En Los campeones está presente, aunque contenido por el aura familiar de Disney y en estado germinal (fue su primer guion), ese espíritu bardero de la comedia de Brill. Esa apuesta por lo infantil como subversión de un mundo adulto y establecido, y también como resguardo de nuestras mejores intenciones. Pero también esa velocidad para que el chiste sea algo orgánico que transcurra con la narración. Cuando el cine se vuelve un paquete de algodón para que nadie salga dañado, el grupo de The Mighty Ducks tenía la energía contenida de un grupo de chicos barderos que jugaban en el patio de Disneylandia.

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