Por Mex Faliero
El año pasado para esta época Netflix lanzó Las películas que nos formaron, una serie documental de cuatro episodios en los que repasaba el detrás de escena de algunas películas y sus problemas de producción, antes de convertirse en grandes éxitos. En concreto, al menos por la selección de películas que se hacía entonces, se trata de un producto bastante sesgado, obviamente vinculado exclusivamente con el cine de Hollywood pero también metiéndose con películas de las últimas dos décadas del siglo pasado. Aquello de “nos formaron” es un poco exagerado y relativo, ya que evidentemente le habla a una generación de entre 30 y 40 años, que miró en su juventud Cazafantamas o Mi pobre angelito, y que hoy siente un poco de nostalgia por eso. Y ese sentido queda mucho más explícito en esta suerte de spin-off titulado Las películas navideñas que nos formaron integrado por tan solo dos episodios. Y dos episodios en los que se repasa sí un clásico navideño importante como El extraño mundo de Jack (más allá de gustos es una película que generó una estética y un merchandising muy popular), pero otra película un tanto menor como Elf. Digo menor no porque la película lo sea en términos cinematográficos, sino porque se trata de una película que pasó un tanto desapercibida como para decir que “nos formó”. Y además es de 2003 (chicos, un poco de retrospectiva). Pero más allá de esto, una vez que uno deja de lado los prejuicios (incluso que acepta someterse a su forma un tanto histérica de montaje rápido y humorístico, y la voz en off canchera) no deja de ser divertida la experiencia, sobre todo porque volvemos a comprobar aquello de la serie original: la realización de películas es un proceso tan complejo y largo, que tantas veces está a punto de naufragar, que es un milagro su concreción y su éxito, en el caso que lo tuviera. En estos dos casos, el proceso de El extraño mundo de Jack fue mucho más caótico, no solo por la propia apuesta de hacer un largometraje en stop-motion, sino además por el carácter de los involucrados, empezando por un Tim Burton que se dividía entre la producción de este film y el rodaje de Batman vuelve, y al que no dejan del todo bien parado. En el caso de Elf todo parece haber sido un poco menos traumático, pero surgen anécdotas divertidas como la del grupo de inexpertos llevando adelante el proyecto (desde los productores, pasando por el director Jon Favreau y hasta el protagonista Will Ferrell, todos tenían poca experiencia en cine) mientras lidian en el set con una figura mítica y problemática como la de James Caan, quien se hacía llamar a sí mismo como “The Dream”. Las películas navideñas que nos formaron es en definitiva otra muestra más de lo excéntrico que puede ser el mundo del cine, pero también de la pasión que muchas personas, especialmente los más ignotos y alejados del estrellato, le ponen a algo que, en definitiva, desconocen sus resultados hasta que el producto se enfrenta con el público. Hay algo mágico indudablemente que termina emocionando.