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El stand de los besos

Título original: The kissing booth
Origen: EE.UU. / Reino Unido
Dirección: Vince Marcello
Guión: Vince Marcello, basado en la novela de Beth Reekles 
Intérpretes: Joey King, Joel Courtney, Jacob Elordi, Carson White, Hilton Pelser, Judd Krok, Joshua Daniel Eady, Bianca Bosch, Jessica Sutton, Nathan Lynn, Frances Sholto-Douglas, Molly Ringwald, Morné Visser, Michelle Allen, Byron Langley, Meganne Young, Robin Smith
Fotografía: Anastas N. Michos
Montaje: Paul Millspaugh
Música: Patrick Kirst 
Duración: 105 minutos
Año: 2018


3 puntos


LO ROMÁNTICO FORZADO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Netflix viene desde hace un rato tratando de llenar ese espacio vacío que venía dejando Hollywood en la comedia romántica, con resultados dispares: alguna maravilla como Si supieras, algún film relativamente interesante como A todos los chicos de los que me enamoré, alguna película sobrevalorada como Set it up: el plan imperfecto. Y también alguna pavada como El stand de los besos, un éxito inexplicable que dio lugar a dos secuelas: una de ellas recién estrenada y otra rodada en secreto y de próximo lanzamiento.

La película de Vince Marcello, basada en la novela de Beth Reekle, sigue a Elle Evans (Joey King), una chica linda pero ingenua, considerada incluso nerd por unos cuantos, que nunca ha sido besada. Durante una feria, por una serie de razones bastante ridículas, monta junto a su mejor amigo Lee (Joel Courtney) un “stand de besos” y allí (luego de una serie de eventos también bastante ridículos) termina besándose con el “chico malo y lindo” de la escuela, Noah (Jacob Elordi). Ese beso revela una fuerte atracción entre Elle y Noah, pero hay un pequeño gran problema: Noah es el hermano de Lee, con lo que está absolutamente fuera de los límites para el pacto de amistad que tiene Elle con Lee. O en realidad no, y a partir de ahí se inicia una sucesión de enredos que pretenden impulsar a la trama.

Si El stand de los besos tarda unos 45 minutos eternos en llegar al disparador del conflicto, enredándose en un retrato de los personajes sumamente banal -y casi siempre pautado por la voz en off de Elle-, luego agota ese romance clandestino en media hora, atravesando varias tonalidades con una arbitrariedad pasmosa. El vínculo entre Elle y Noah se construye como una versión actualizada de Montaña Rusa, con secuencias de montaje reflejando el romance de la forma más publicitaria posible; situaciones donde están a punto de ser descubiertos que repiten lugares comunes hasta el hartazgo; y un par de giros dramáticos absolutamente inverosímiles. Y si King pilotea relativamente bien las secuencias cómicas -incluso con algo de sentido del ridículo bien entendido- pero le cuesta manejarse en el campo romántico; mientras que Courtney hace lo que puede con las escenas que le tocan; lo de Elordi es casi el colmo de la inexpresividad, un físico perfecto pero carente de carisma.

Con sus resoluciones forzadas y hasta manipuladoras -es un poco increíble los cambios de opinión de algunos personajes-, El stand de los besos es de esas películas que se dicen románticas, pero nunca construyen romanticismo. Hay muchas frases subrayadas, planos que intentan ser conmovedores, pero nunca verdadero amor por lo que se cuenta. Por eso queda flotando la pregunta sobre por qué un bodoque como estos genera tanto furor. Lo cierto es que uno podría preguntar lo mismo respecto, por ejemplo, a La Saga Crepúsculo, y tampoco encontraría respuesta. ¿Hay alguna alternativa más allá de la resignación frente a lo inexplicable?

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