Por Mex Faliero
Soy pesimista. Milito el pesimismo al nivel de creer que los optimistas son pesimistas que todavía no se dieron cuenta. Pero mi pesimismo puede reconvertirse si de repente el pesimismo es el nuevo orden mundial: y ahí trato de encontrarle lo bueno a la situación. Con esta pandemia de coronavirus, por ejemplo, la sociedad cree enfrentarse a su próximo exterminio, algo que me parecería bastante justificado (lo de que nos exterminemos, digo…) aunque en el fondo no sea más que una exageración. En unos pocos meses volveremos todos a andar de aquí para allá, muriendo de cientos de enfermedades con mucho menos marketing que esta. Usted se preguntará entonces ¿dónde está lo positivo que dice este muchacho? Agradeciendo de antemano lo de muchacho, explico que me refiero exclusivamente a nuestra profesión, la del periodismo y la crítica cinematográfica. Y que en este contexto, la pandemia y la cuarentena propiciaron un espacio de igualdad entre medios como hacía rato no existía. Explico: el otro día la colega Pamela Chaia me invitó a una charla online (la pueden ver acá) para hablar del cine en estos tiempos de coronavirus. Y en un momento salió el tema del ejercicio de la crítica de cine como profesión. Sobre el tema ya me he extendido en esta columna (acá y acá), pero nunca viene mal repetirlo: la crítica de cine en Argentina es una actividad exclusivamente porteña. Uno puede dedicarse desde un medio del “interior” del país, pero nunca alcanzará los beneficios que tiene estando en la Capital (no hablo de beneficios lógicos por la cercanía con el poder concentrado, si no de beneficios que podrían evitarse abriendo el juego y siendo más democráticos). Y esto es así a partir de la actitud de exhibidores y distribuidores, pero también de los propios críticos, algunos de los cuales adoran elaborar teorías progresistas sobre igualdad cuando escriben sus críticas (si hasta algunos te escriben con la “e” y te dicen “amigue”) pero a la hora de la acción o no se dan cuenta o directamente hacen olímpicamente la vista gorda. Para ser concretos: en tiempos de cuarentena, el sistema de circulación de películas se ha democratizado. Ya no hablamos de la circulación por vías no oficiales (esa está bastante democratizada, si uno tiene acceso a una conexión de Internet), si no de las vías legales. Particularmente lo que estamos viendo como estrenos en estos días de cuarentena son películas nacionales, mayormente independientes o fuera del mainstream. Y el acceso a esas películas a través de Cine.Ar TV o Cine.Ar Play es igualitario, pero también lo es el acceso por medio de enlaces privados que las distribuidoras acercan a los medios. Con esto, decir que por ejemplo en Funcinema tenemos la misma posibilidad de llegada a los estrenos que Clarín, La Nación, Página/12 o el medio importante que se imagine. Tener acceso a una fuente no es el secreto del buen periodismo (eso se genera con capacidad de influencia, dinero o las dos cosas juntas), la capacidad de un buen periodista es, luego de ese acceso, saber qué hacer con esa información que se cuenta. En Funcinema creemos en la capacidad que se demuestra por medio del trabajo y el ejercicio intelectual, no tanto en la que se demuestra sabiendo conectarse o compartiendo Campari’s en un ágape festivalero. Por lo tanto, tener la posibilidad de acceder a los estrenos de una forma democrática nos pone en un pie de igualdad con el resto de los medios. Y, de paso (porque la falta de igualdad a veces es una excusa para la propia mediocridad), nos obliga también a demostrar que estamos a la altura. Afortunadamente la cuarentena pasará, pero lamentablemente regresarán los beneficios (los críticos porteños que pueden ver un estreno diez días antes y enrostrarte los “regalitos” de las distribuidoras). Desde aquellos medios alternativos es un momento ideal para posicionarnos y conocer nuestras propias limitaciones. Libertad, igualdad, fraternidad… y cuarentena.