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Enobardo


Muy Buena


CULTURA Y PODER

Por Melina Martire

(@funcinemamdq)

Enobardo, la obra escrita por el fallecido dramaturgo argentino Alejandro Acobino, narra el ascenso y la caída de Nerón, emperador del imperio romano durante catorce años, en el siglo I D.C. Este hombre se caracterizó por su afición al arte, su torpeza, su falta de carisma, su megalomanía.

Osqui Guzmán se hace cargo de la dirección de la pieza, creando una puesta en escena potente, que aborda a Nerón, cuyo nombre fue Lucio Domicio Enobarbo, en sus múltiples facetas. La construcción del personaje se completa a partir de la presencia de su madre Agripina; el poeta Séneca; el funcionario de gobierno Burrus; el escritor y político romano  Petronio; Popea, la esposa de Nerón; Sphorus, un joven andrógino; y el esclavo Atticus. Este, interpretado por Guzmán (cumpliendo de este modo con el deseo del dramaturgo, quien pensó este personaje para ser encarnado por el actor) lleva a cabo la tarea de narrador omnisciente de la historia, entrando y saliendo de la misma. Presenta a los personajes, adelanta la trama, comenta con el público rompiendo la cuarta pared. Al igual que en la historia, Atticus se sumerge en la narración, manejándola a su gusto.

Los manuales de historia cuentan que fue un esclavo ayudante, Séneca, quien le enseñó a leer y escribir. Poco a poco, se fue apartando de él y tomando vuelo propio hasta ser consejero de Nerón y lograr el cargo de Ministro de Cultura. Así, Enobado aborda la compleja estructura de la política: las promesas rotas, las traiciones, las disputas y el abuso de poder. Guzmán aprovecha esta faceta del universo romano y la explota acercándola al público local a través de referencias a los gobiernos populistas argentinos, a la grieta, al “se robaron todo”, las asignaciones sociales, el vaciamiento cultural, la delicada situación actual del teatro independiente, entre otros tópicos.

Nerón no fue sólo un déspota capaz de mandar a matar a sus enemigos, sino también un hombre amante del teatro que lo sacó de su letargo y desprestigio para convertirlo en un arte oficial digno de atención. Para ello llegó incluso a encerrar a sus ciudadanos en un teatro para que no puedan escapar de la representación. Enobardo recupera la difícil relación del arte con el poder, y el fino límite entre el apoyo estatal y el ser instrumento de difusión del pensamiento oficial de turno, es decir, la apropiación e institucionalización del arte. Ya su propio lugar de representación abre de por sí el debate crítico, siendo el Teatro Cervantes un espacio oficial.

Atravesado por el grotesco, el vodevil, el clown y el teatro físico, la obra, principalmente cómica, no descansa un segundo, manteniendo la atención del espectador durante noventa intensos minutos. Muchas entradas y salidas, cambios de vestuario, desplazamientos escenográficos, actores que representan varios personajes, son las herramientas ambiciosas que Guzmán maneja a la perfección. Tarea delicada de la que sale airoso, porque la historia de Nerón no es necesariamente actual ni tan divulgada. Pero la actualiza inteligentemente atravesándola con referencias presentes y conocidas, como la del film Apocalypse Now, al pintar el rostro del protagonista Pablo Fusco del mismo modo en que se transformaba Marlon Brando en la película. Al igual que Kurtz, el coronel rebelde que se interna en la selva, crea su ejército y su universo propio, alterando el orden establecido tras la guerra de Vietnam, Nerón utilizó las herramientas del gobierno romano para inducir un cambio cultural y político que era contrario a los deseos políticos del momento.

Dos hombres que, en su afán de llevar la civilización al corazón mismo de lo popular/lo salvaje, acaban ellos mismos consumidos por sus propios caprichos, por la oscuridad del poder. Aventuras titánicas, políticas y artísticas, que conllevan el riesgo del fracaso y la locura.


Autoría: Alejandro Acobino Actúan: Manuel Fanego, Pablo Fusco, Leticia Gonzalez De Lellis, Osqui Guzmán, Javier Lorenzo, Fernando Migueles, Pablo Seijo Vestuario: Gabriela A. Fernández Escenografía: Mariana Tirantte Iluminación: Facundo David Música original: Tomás Rodríguez Asistencia de vestuario: Estefanía Bonessa Dirección: Osqui Guzmán Sala: Orestes Caviglia, Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815, CABA) – Jueves a domingos a las 21:00. Hasta el 9 de diciembre.

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