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Fragmentos rebelados

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: David Blaustein
Guión: Gustavo Alonso
Testimonios: Nemesio Juárez, Fernando Pino Solanas, Octavio Getino, Humberto Ríos, Mario Pasik, Carlos Roffé, Horacio Verbitsky, José Martínez Suárez, Gerardo Vallejo
Fotografía: Ricardo De Ángelis
Montaje: Juan Carlos Macías
Música: Pablo Green
Duración: 98 minutos
Año: 2009


6 puntos


ANCLADO EN EL PASADO

Por Juan Cruz Bergondi

(@funcinemamdq)

Fragmentos rebelados mira hacia atrás. Por un lado, rescata la figura de Enrique Juárez, desaparecido en 1976, y con él, una película que nunca hasta ahora había visto la luz. El personaje le sirve a Blaustein para hablar no sólo del sindicalismo de aquellos años -y los que precedieron a la última dictadura militar- sino también sobre el caldo de cultivo que significaba Latinoamérica y el cine que dio por resultado. El problema aparece cuando uno advierte, al traer las cosas desde el olvido, cuán deslucido es el presente. Juárez fue un bicho raro: inclasificable, indomable, incómodo. A partir del testimonio de sus hijos -los tres varones-, sus sobrinos -los dos varones- y su hermano, es posible reconstruir su perfil íntimo. Desde su primer amor con el cine, los rodajes en compañía de su hermano, los cine-clubs, y las amistades surgidas de aquellos círculos, hasta su cambio de identidad y la vida bajo el disfraz de otro cuerpo -la que se vio obligado a llevar en su paso a la clandestinidad-. Para los del cine siempre fue un peronista y para los peronistas, un montonero del que nunca se supo su pasado intelectual: un trabajador orgulloso de su condición proletaria.

Como bien dice uno de los entrevistados, si algo caracteriza su generación es lo que se perdió: quedan los pedazos esparcidos por doquier. Juntar las piezas es tarea del documental, que en la casa familiar se topa con un hallazgo. Cubiertas de polvo, latas de fílmico atesoran el último trabajo de Juárez. Si por un tiempo se pensó que la política lo había devorado, el material deja al descubierto que nunca abandonó su primer amor. Antes de morir dio testimonio, en clave de ficción, de lo que sucedía en el país. Los setenta fueron clave. La balacera no dejaba a nadie indiferente, y en medio de los tiros cada quien hacía lo que pensaba era la mejor opción. Blaustein recoge los comentarios de Solanas, Vallejo y Getino -abanderados del movimiento Cine liberación-, así como el de muchos otros cineastas y colaboradores que, entre escarceos y camuflajes, proyecciones privadas y mensajes de revolución, alumbraron cómo hacer política con el arte, o la manera en que era posible un cine político. Es en este sentido que Fragmentos rebelados se evidencia tibia, ineficaz.

La película mira hacia atrás, al tiempo en que muchos sueños parecía que iban a hacerse realidad. Reverencia la forma de aquellos trabajos, las ideas que circulaban en el aire y de las cuales los cineastas estaban empapados. Hay que reconocer lo valioso de los testimonios que cosecha, por la importancia de las voces, por la manera en que habilitan a hacerse otra mirada del cine de aquellos años. Pero no dejan de ser testimonios y las películas que añora Blaustein no están hechas ni de testimonios ni de pasado: si conservan la fuerza es porque su forma -¡la forma es todo!- transgredió los parámetros de entonces, justificada por la urgencia con que estaban hechas las películas. ¿Cuántos documentales más habrá repletos de cabezas parlantes? Hacer cine político hoy debería ser mucho más que encuadrar la política en un plano medio intercalada con imágenes de archivo. Está claro que no hay una fórmula pero otras películas, como Los rubios -que ya tiene más de una década- o Esto no es un golpe -la obra de Wolf que actualmente se puede ver en el Bafici- quizá arrojen una pista. Para hablar de frente con nuestro tiempo hay que usar el lenguaje de nuestro tiempo -que muta, cambia, fluye-, porque el mundo no es el mismo: probablemente esté peor.

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