UNA GUERRA SIN BUENOS NI MALOS
Por Jesica Berman
La genialidad de Hayao Miyazaki no sólo reside en haber logrado quebrar las barreras estéticas del animé tradicional, sino que sobre todo es dueño de una capacidad única de generar emociones y una profunda reflexión social a través de sus temáticas y de sus personajes entrañables.
La infancia, la adolescencia y la temprana obligación de madurar debido a los cambios bruscos que ocurren en la vida misma, la preocupación acerca de la destrucción de la naturaleza en manos de la humanidad y el papel central que ocupan los roles femeninos en sus películas, son algunos de los rasgos de autor que atraviesan su filmografía.
La princesa Mononoke (1997) es ejemplo de esto. Si bien la historia está narrada desde el punto de vista del príncipe Ashitaka, la verdadera protagonista es la princesa San (Mononoke).
Luego de ser atacado por un jabalí y recibir una maldición en manos del mismo, Ashitaka tiene la obligación de realizar un viaje antes de morir. En el trayecto, el príncipe llega a Tatara, la Ciudad de Hierro, y su figura es la mediadora entre el conflicto que ocurre entre Lady Eboshi, que representa la modernidad y el progreso, y la princesa Mononoke, que encarna la naturaleza. Entre ambas se disputan el futuro del bosque.
Ashitaka deberá lograr el consenso entre las partes mientras lleva en su cuerpo una cicatriz que marca el tiempo y el avance de la maldición que lo llevará al inevitable final. El diálogo con el otro resulta la manera fundamental para lograr el progreso y la no destrucción de la naturaleza y la humanidad.
Ya dicho anteriormente, la verdadera protagonista es la princesa Mononoke, quien lleva a cabo el reto por defender al bosque de las destrucciones nocivas que producen los humanos.
A través de este conflicto, la disputa no es representada de una manera cliché o idealista sino que narra una lucha violenta y sangrienta. Busca demostrar el avance del hombre frente a la naturaleza, comenzando con el intento de aniquilar a los dioses paganos para luego dominar a través de las máquinas.
En La princesa Mononoke no se plantea el típico duelo entre buenos y malos sino que el enfrentamiento y los personajes son abordados desde lo más humano, incluyendo las propias contradicciones de nuestra esencia.
Lady Eboshi, por su lado, ayuda a los sectores marginados como enfermos de lepra o prostitutas, pero a su vez su objetivo es deforestar el bosque con el fin de lograr el progreso y bienestar para su sociedad.
Por otro lado, la princesa Mononoke, siente odio a los humanos y no se considera parte de ellos por haber sido criada por el Dios Lobo, sin embargo se enamora y salva al príncipe Ashitaka.
El papel central que tiene la mujer con la princesa Mononoke defendiendo la tradición y la naturaleza, como también Lady Eboshi, representando a la mujer moderna, pone en común la lucha de ambas por sus ideales.
La profunda reflexión social acerca de los sectores marginados y la destrucción del hombre sobre la naturaleza, demuestra que La princesa Mononoke, a 21 años de su estreno, está más vigente que nunca.