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La ciudad perdida de Z

Título original: The Lost City of Z
Origen: EE.UU.
Dirección: James Gray
Guión: James Gray, sobre la novela de David Grann
Intérpretes: Charlie Hunnam, Robert Pattinson, Sienna Miller, Tom Holland, Edward Ashley, Angus Macfadyen, Ian McDiarmid, Clive Francis, Pedro Coello, Matthew Sunderland, Johann Myers, Aleksandar Jovanovic
Fotografía: Darius Khondji
Montaje: John Axelrad, Lee Haugen
Música: Christopher Spelman
Duración: 141 minutos
Año: 2016


8 puntos


TERRITORIO DESCONOCIDO

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Con La ciudad perdida de Z, James Gray se interna en el terreno de la épica, entregando una película de aventuras que transpira clasicismo en cada fotograma, sin eludir las obsesiones existenciales que atraviesan los personajes del director. El guión por momentos episódico que adapta el libro de David Grann basado en la biografía del aventurero británico Percy Fawcett tiene sus irregularidades, pero la fascinación que provoca el personaje real que construye y su viaje que, en definitiva, lo lleva a encontrarse a sí mismo en la jungla, tiene un lirismo que se sustenta en una fotografía formidable y un elenco compacto con un sólido Charlie Hunnam.

Con las licencias de todo biopic, Gray adapta la vida de Fawcett, un militar ambicioso por obtener medallas de reconocimiento y limpiar el apellido de su familia; una figura temeraria que a comienzos del Siglo XX es enviada a la región de la Amazonía con la finalidad de trazar los límites de un mapa para evitar un conflicto armado entre Bolivia y Brasil. La iniciativa es de la Royal Geographic Society que, en concordancia con la agenda del Imperio Británico en ese entonces, está principalmente interesada en extraer el “oro negro”, el caucho de la región, antes que arbitrar un conflicto bélico que les resulta demasiado lejano (en la introducción uno de los miembros de la RGS le dice a Fawcett “¿qué sabe de Bolivia?”). Esto termina resultando el disparador de una búsqueda que marca a Fawcett, que se encuentra más interesado en lo que parece un yacimiento arqueológico de la ciudad a la que denomina “Z”, con artefactos de una cultura avanzada, antes que en la incursión de la RGS en la región. A su regreso se enfrenta con una intelectualidad eurocéntrica que ve increpada sus nociones históricas con los hallazgos que menciona Fawcett, ridiculizándolo a través de la leyenda de El Dorado, algo que va a tomar como un desafío para retornar a la selva y finalmente encontrar a la ciudad perdida. Esta tensión entre su vida de ascenso militar -logrando finalmente ser prestigioso tras su participación en la Primera Guerra Mundial- y su obsesión por la búsqueda de Z y la selva, a la que siente como un espacio de pertenencia, dominan la narración de este personaje que, tal como se encuentra documentado, figura como desaparecido desde 1925 tras una expedición al Amazonía junto a su hijo Jack Fawcett -aquí interpretado por Tom Holland-.

Gray construye el film desde una vasta tradición cinematográfica del cine de aventuras, aunque la influencia más resonante a lo largo del relato será el Werner Herzog que ya había narrado sobre figuras en expediciones románticas imposibles que se internan en el misterio de la selva: por un lado Aguirre, la ira de Dios (1972) y por el otro Fitzcarraldo (1982). Además será inevitable no pensar en obras como El tesoro de Sierra Madre de John Huston (1948), en particular por la elección de desplazamientos descriptivos clásicos en sus primeros viajes, que se alejan de la realidad alucinada por la subjetividad que Herzog imprime en sus personajes. El Fawcett de Gray fluye con naturalidad hacia una última expedición que no se representa como un descenso hacia la locura sino más bien como un proceso natural al que acompaña una narración sólida, que contrapone el horror y el vértigo de la Primera Guerra Mundial a la emoción que provoca en el protagonista internarse en lo desconocido hacia el final del film, más allá de los riesgos que encierra. Es en particular notable cómo el segmento más barroco film corresponde a las escenas bélicas de la guerra, que se suceden con una violencia que se contraponen a la extraña escena de la Ouija, donde Fawcett ve cómo su destino está sellado por el retorno a la selva. Estas elecciones visuales están acompañadas de un trabajo fotográfico formidable que toma su marca más expresiva hacia el desenlace: el juego de claroscuros al atardecer cuando Percy y Jack despiden a su familia por última vez para encontrar a Z resultan una bella premonición de la tragedia.

También hay que mencionar algunos de los puntos flojos que se remiten a la forma en que la narración está sobrellevada: la construcción episódica termina por momentos resultando una síntesis de acontecimientos y accidentes que difícilmente nos lleven a apreciar la epopeya del personaje Fawcett, en particular en el relato del primer viaje a la selva. Estos fragmentos sin embargo cobran relevancia hacia el final como parte del rompecabezas que es el protagonista, antes que como la pieza orgánica de un film de aventuras. En todo caso y a pesar de sus raíces clásicas, Gray logra eludir los clichés y sobrellevar las irregularidades narrativas para contar la tragedia de una figura tan fascinante como la leyenda de Z o El Dorado.

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