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Todo para ser felices

Título original: Tout pour être heureux
Origen: Francia
Dirección: Cyril Gelblat
Guión: Cyril Gelblat, sobre la novela de Xavier De Moulins
Intérpretes: Manu Payet, Audrey Lamy, Aure Atika, Pascal Demolon, Bruno Clairefond, Joe Bel, Rafaèle Gelblat, Vanessa Guide, Jaïa Caltagirone, Alix Poisson, Antoine de Caunes, Sophie Cattani, Alexis Michalik
Vestuario: Isabelle Mathieu
Fotografía: Pierre-Hugues Galien
Música: Ludovic Bruni, Laurent Perez Del Mar, Vincent Taeger, Vincent Taurelle
Duración: 97 minutos
Año: 2015


5 puntos


Una película pequeña

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Seré breve respecto a Todo para ser felices, una película que si uno tuviera que definir, diría que es una comedia dramática sobre un egocéntrico con crisis de mediana edad que, además, se encuentra atravesando una crisis creativa como productor musical. Lo cuenta con la solvencia necesaria para que sigamos una historia que, a pesar de su escaso vuelo formal y los clichés que sobrevuelan, pueda llegar a interesar porque no ofrece ninguna respuesta y, cuando parece ofrecerla, plantea una nueva pregunta. Después de todo, es de sentimientos de lo que habla y un tono demasiado aleccionador o moral podría hacer de esta comedia un auténtico desastre.

Ahora bien, lo interesante de un film así, al que ya hemos definido, radica también en saber ver lo que sobrevuela y la forma en que se aprecia: es bastante común definir a estos largometrajes como “pequeños”, un rótulo que en su ambigüedad y falta de rigurosidad merece ser un punto sobre el que problematizar. Sí, tiene mucho de la medianía que suele verse en dramas de 5, 6 ó “buena”, o cualquiera sea la nota que lleve la película en cuestión, pero es esa medianía lo que merece una explicación y este film es un buen ejemplo.

En la película dirigida por Cyril Gelblat la cuestión radica en poner el punto de vista sobre Antoine (Manu Payet), un lugar incómodo ya que el protagonista se mueve con holgura generando situaciones incómodas. Por momentos, cuando cambia el punto de vista al de, por ejemplo, sus hijas o su ex, Alice (Audrey Lamy), uno puede sentirse algo estafado por el film. En una secuencia hacia el desenlace, cuando un Antoine que ha hecho algunos cambios a su vida se encuentra intentando recuperar el amor de su ex, se intercala en paralelo una secuencia donde vemos a sus hijas celebrando el retorno de su padre como baterista y a Alice, que se había mantenido reticente a verlo, acompañando de forma entusiasta la escena mientras en la sombra mira su actual pareja y novio. Esta arbitrariedad tiene relevancia porque el film juega a engañar al espectador: si no se jugara con las expectativas de Antoine tanto como con las del espectador, la secuencia sería completamente innecesaria. La forma en que se construye la escena y la música de la banda de Antoine en primer plano juegan con esta preconcepción. El film adquiere así un carácter omnisciente algo engañoso: sólo cuando sea conveniente nos va a poner en los zapatos de Antoine, como si se tratara de un recurso narrativo. Ahora bien, esto no sucede solamente en Todo para ser felices, pero es una de las cuestiones que hacen a que la película sea “pequeña”.

Lo de “pequeña” también parece estar dirigido al escaso riesgo en los recursos formales: por decirlo de otra forma, el director no se aleja demasiado de lo más llano de la televisión diaria para poner en escena su drama. Los planos largos son poco frecuentes y la percepción que tenemos sobre el otro es sobre lo que mejor aplica algún recurso el director. Durante una secuencia en el circo, el desenfoque y la profundidad de campo hacen que entendamos la relación entre Alice y Antoine. Y esto es lo único que se aleja de la solvencia narrativa que, sin embargo, no deja de ser una virtud cuando es ejecutada con inteligencia. El asunto es que cuando problematizamos en torno al uso de un rótulo, es necesario poner en evidencia por qué se utiliza. El mérito recae esencialmente sobre la forma en que es llevado el relato: el personaje de Antoine atraviesa los grises necesarios para contar un relato maduro sobre una crisis de mediana edad, dándonos diálogos que suenan naturales y alejándonos de las manipulaciones ocasionales que hemos mencionado. Es esto lo que al final cuenta para que la película resulte interesante.

En cierto sentido, lo peligroso de un rótulo como “pequeña” es asumir que existen también otros rótulos que, utilizados de una forma ligera, pueden llevar a un prejuicio erróneo sobre un film. Tan sólo basta recordar la palabra “tanque” o “pochoclera” para que nos espantemos con la liviandad (y sin embargo, con un peso enorme) que se utilizan estas etiquetas.

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