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Recapitulación de Hannibal: The wrath of the lamb (final de temporada)

Por Cristian Ariel Mangini

(@Masterzio84)

hannibalUno suele llegar al último episodio de una serie con una suerte de expectativa de ver algo épico que no siempre se traduce a la pantalla. La decepción por un final, al igual que un final de temporada, suele ser una maldición porque una gran porción de espectadores van a recordar ese “detalle”, aún si el camino hacia ese final fue exitoso en audiencias y aclamado por la crítica. Inmediatamente me viene a la mente la fallida resolución de Dexter (aunque esto fue más consecuencia de una última temporada bastante floja), la ambigüedad no tan bien recibida del final de The Sopranos o la polémica que aún se levanta al hablar del final de Lost. Sabiendo que la suerte de Hannibal, al menos por ahora, parece sellada porque no hubo ninguna cadena interesada en continuar la serie, es ese momento en el que podremos saber cómo se recordará este final titulado The wrath of the lamb (“La ira del cordero”), aludiendo al personaje de Will Graham. Y a pesar del resultado irregular, uno no puede dejar de recordar el increíble epílogo, que tiene algunas de las imágenes más poderosas que haya dejado la televisión en los últimos años (y en una época con series como Breaking badMad men o Game of thrones, eso es más que meritorio).

Con una introducción que tiene a Dolarhyde simulando su muerte, pasaje que sigue de forma canónica lo que sucede en la novela de Thomas Harris y la adaptación cinematográfica de Bret Rattner o Michael Mann, vemos las contradicciones internas del personaje, ahora transformado en el temible Dragón Rojo en todo su esplendor. Esta violenta secuencia con que arranca el episodio resulta un prólogo para las explosiones que tardan en llegar, pero finalmente llegan. Pero antes que ello vemos como la serie nos entrega dos diálogos ingeniosos con algunas líneas brillantes, en particular el intercambio entre Will y Hannibal –que parece cerrar el círculo de su extraña relación- y el que se da entre Alana y Hannibal, donde se ve que a pesar de encontrarse encerrado, el personaje de Mikkelsen aún puede infundir miedo con las palabras al amenazar, no sólo a ella sino a Margot y al futuro heredero Verger, recordando la decepción que sufrió con ella al final de Mizumono. Pero decíamos “aparentemente” porque no pasará mucho para que Will finalmente entienda que Dolarhyde no murió y que finalmente fue a buscarlo. Astutamente Graham logra salir indemne de la situación entregando a quien realmente lo traicionó, Hannibal, comenzando a gestar un plan delirante que causará repulsión en Bedelia. Para el plan deberá tener nuevamente la asistencia de Hannibal, volviendo de esta forma nuevamente a la necesidad de amigarse con el diablo para esta vez matar a Dolarhyde. El plan, por supuesto, en realidad contemplaba también la muerte de Hannibal en el asunto, aprovechando que Dolarhyde sólo pensaría en matarlo y que un grupo SWAT estaría preparado para fusilar a los dos “problemas” en caso de que algo salga mal.

Pero, previsiblemente, como todo plan en Hannibal, las cosas no salen como se esperan. Con una habilidad que vimos explotar bastante poco en Dolarhyde, éste elimina a todo el convoy de SWATS valiéndose de una pistola. Sí, es inverosímil y hace que parezca que tenga superpoderes, pero en cierto sentido la serie se ha tomado estas licencias. Quizá aquí el problema está en que lo que sucede es necesario para que ocurra el epílogo. Sin embargo, cuesta creer que a los guionistas no se les haya ocurrido algo mejor para llegar a esa instancia y no deja de parecer algo forzado por las vicisitudes que atravesó la serie para llegar al final. Incluso la secuencia es un tanto tosca y confusa desde el punto visual, ya que es muy fácil perderse en la acción. Pero hablemos un poco de los últimos diez minutos; se trata de una extraordinaria síntesis del espíritu de la serie y la relación entre Will Graham y Hannibal Lecter. El sangriento –e inesperado- ataque de Dolarhyde atravesando a Hannibal con un arma de fuego para luego enfrentarse a Will a cuchillazos, llevando la pelea a un baño de sangre donde Will y Hannibal terminan asesinando fríamente y con una furia catártica al dragón, es un momento épico y autoconsciente de ello: la canción que musicaliza este momento fue compuesta por Siouxsie, de Siouxsie and the Banshees –que se encontraba retirada de la música- junto al compositor musical de la serie, Brian Reitzell. La sangrienta contienda termina con los dos sobrevivientes maltrechos, abrazados, apenas sosteniéndose por las heridas. Este acto de carnicería que le da a Hannibal una victoria por finalmente empujar a Will a matar y encontrar placer en ello (“es hermoso”, dice), se encuentra sin embargo con un amargo empate al notar que Will utiliza sus últimas fuerzas para suicidarse junto a Hannibal, arrojándose de un acantilado. Y -¡Vaya forma de cerrar un amor retorcido con un final trágico!- uno casi puede percibir un aura shakespereana en la forma en que todo se lleva a cabo y tiene ecos de los diálogos entre Bedelia y Graham, comprendiendo que es la única persona que puede acabar con Hannibal por el vínculo “amoroso” que los une, pero también que este proceso podría empujarlo a la muerte (Eros y Tánatos).

Pero más allá de las irregularidades para llegar al final y la espectacular épica del sangriento epílogo (con un cierre ambiguo y confuso protagonizado por Bedelia, que parecería indicar o a) que se volvió completamente loca o b) que  Will o Hannibal sobrevivieron al trágico final), se debe pensar a este último episodio en perspectiva, al igual que la tercera temporada, aunque no se debe dejar de reconocer el alto nivel actoral (en especial Mads MIkkelsen, que le dio forma a un personaje con el cual parecía que estaba todo dicho) y el enorme coraje de sus productores, que pusieron en una cadena de televisión abierta un material de vanguardia que terminó atentando contra su continuidad pero que, sin embargo, no pasó desapercibido.

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