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Recapitulación de Hannibal: Secondo

Por Cristian Ariel Mangini

(@Masterzio84)

hannibalEl tercer episodio de Hannibal, Secondo, mantiene varias de las marcas con que abrió la tercera temporada la serie, pero está más interesado en mirar hacia adelante y dar lentamente la pauta de cómo se perfilarán los próximos capítulos. Para ello, irónicamente revuelve en el pasado buscando respuestas pero, como veremos, nada es tan sencillo y el filo de la sospecha se sostiene en cada una de las afirmaciones que los personajes enuncian a lo largo del episodio. En todo caso, una línea de Hannibal es suficiente para definir a quien intente buscar una respuesta fácil sobre sus orígenes: “Nada me sucedió, yo sucedí”.

El que resulta también el tercer episodio de la temporada dirigido por Vincenzo Natali resulta igual de fragmentario que los otros dos: la caótica continuidad entre las secuencias está dada por una analogía respecto a la responsabilidad sobre los actos. Hannibal, impulsivamente (con otra línea formidable, “Eso puede haber sido impulsivo”) atraviesa con un picahielos a Sogliato -el pedante personaje de Rinaldo Rocco-, dejándolo sin la vista pero aún consciente. En el acto, Bedelia –Gillian Anderson excelente, como siempre- decide tomar el picahielos y quitarlo de la cabeza de Sogliato, matándolo en el acto. Lo grotesco del acto lleva a que, paradójicamente, quien haya cometido el asesinato haya sido Bedelia.

En la búsqueda del pasado de Hannibal en Lituania, Will termina haciendo algo parecido: desencadena la muerte de quien se presume es quien asesinó y se comió a la hermana de Hannibal, Mischa, en su infancia y, por lo tanto, lo que explicaría sus hábitos. Pero nada es lo que parece cuando la víctima pasa a ser victimario y se ponen dudas sobre qué fue lo que realmente sucedió en el pasado, algo que Will parece empezar a comprender al llevar al personaje de Chiyo (Tao Okamoto) a asesinar en defensa propia al andrajoso cautivo por lo que hizo en su pasado. Este espejo entre Will y Hannibal, que demuestra una evolución del personaje interpretado por Hugh Dancy, es sin duda uno de los elementos que mejor ilustra el complicado vínculo entre estos dos personajes. Las dudas sobre lo que sucedió parecen despejarse con las últimas palabras de Bedelia, dando a entender que Hannibal se habría comido a su hermana pero, y eso es lo fascinante de este show televisivo, todo permanece ambiguo a pesar del libro Hannibal Rising, de Thomas Harris, al que la serie de Bryan Fuller parece no tomar al pie de la letra.

Por otro lado, este episodio retoma al personaje de Jack (Lawrence Fishburne), confirmándonos que sobrevivió a la masacre de Mizumono, pero con secuelas que van más allá de las cicatrices. Situado en Europa con la idea de alejar a Will de su persecución de Hannibal, Jack parece sentirse golpeado por haber sido quien de alguna forma propició el desenlace de los hechos que arrebataron la vida de Abigail. Es una de las puntas que sin lugar a dudas llevará a que los intereses de cada personaje colisionen en los próximos episodios.

Atmosféricamente se trata de uno de los episodios más extraños de Hannibal. Los climas góticos de Lituania y el extrañamiento que provoca la ruina donde habitó Hannibal en su pasado pueden generar distanciamiento en el espectador (y llevar a afectar el verosímil de algunos de ellos), pero también provocan fascinación. Si bien la mano de Natali puede por momentos estar demasiado cerca del cliché del cine-arte, consigue los climas siniestros que este segmento barroco de la serie necesita –uno supone que la segunda parte de la temporada, focalizada en El Dragón Rojo, tendrá otros climas- y algunos encuadres memorables: en particular el momento en el que Will atraviesa la reja y se enfrenta al viejo hogar de Hannibal o el que enfrenta a Chiyo y Will en la secuencia en que se encuentran compartiendo una charla.

En todo caso, este tercer episodio apuntala las ideas que se han venido gestando en los dos primeros episodios y, al mismo tiempo, también comienza a agotar los recursos visuales y climas de extrañamiento que genera, para tornarse cada vez más concreta y menos onírica.

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