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Juan Sasiaín: “la vida me influencia más para escribir y dirigir que las películas”

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

A034_C003_0711CUEstrenada en cines argentinos el pasado jueves, Choele es una especie de continuación de ciertos aspectos temáticos La Tigra, Chaco, película anterior y opera prima de Juan Sasiaín que codirigió con Federico Godfrid. El realizador dialogó con FANCINEMA sobre este debut en solitario tras las cámaras, y sobre aquellos temas que lo influyen a la hora de escribir y dirigir sus películas. Con espíritu de viajero, Sasiaín explicita que aquellas experiencias que lo involucran humanamente son las que terminan comprometiéndolo emocionalmente y aparecen en sus películas: «cuidado que todo lo que digas puede ser usado en la próxima película de Juanpa», dicen en las reuniones familiares de las que participan.

-¿Cómo surgió el proyecto?
Ni bien terminé de filmar La Tigra, Chaco, me fui a la Patagonia a hacer teatro como actor itinerante con Magic tales. Ahí, junto al río de Choele Choel, se me ocurrió la idea para mi nueva película. En once días escribí el primer borrador. Me quedaba a dormir en el playón del gimnasio del pueblo y me iba a buscar posibles lugares ayudado por la familia Ruiz durante el día. Me junté con Ignacio Rey, de Sudestada Cine, en un bar de Buenos Aires y le conté la historia. Le gustó. Me fui a vivir a Venezuela un año y medio y lo dejé a él desarrollando la producción del proyecto. Cuando volví a vivir a la Argentina el proyecto había crecido inmensamente desde la producción y desde el guión. Me gusta escribir mientras viajo. Hay una película que escribí mientras viví en Venezuela, La mirada fulminante, sobre un padre que no se anima a mostrar a su hija down, que me gustaría filmar pronto. Ojalá podamos producirla con mi amigo Gil Molina.

-Siendo este tu primer largometraje en solitario, ¿qué diferencias y similitudes percibís con La Tigra, Chaco?
Choele
es nuevamente una película escrita desde el espacio. Choele Choel y Beltrán se narran a través de mi película, se hacen imagen. Cuando dirigí con Federico Godfrid mi opera prima tenía 28 años. Ahora ya tengo 37, muchas vidas pasaron bajo el puente de los años. Mi segundo rodaje como director estuvo plagado de disfrute, de la calma que conquisto en mis viajes como actor. Hasta dormí la siesta obligada de pueblo cada día de rodaje. A la mañana era el primero en despertarme. Ponía música suave para que el equipo se fuera despertando de a poco. Salía al jardín de la casa donde vivíamos y hacía mis rituales de taichi. A la tarde, después de la siesta, me daba una ducha y saludaba a todos con un «buen día», como un segundo día dentro de la jornada, mucha magia. Estuve muy feliz durante el rodaje. Mi sonrisa creció varios centímetros. Mi amigo Pablo Acosta leyó el guión en su etapa inicial y me dijo «esta es la precuela de La Tigra«. Acá, el protagonista, Coco, se está despidiendo del pueblo, del padre y en la próxima película, La Tigra, vuelve a buscarlo bajo el nombre de Esteban. Hay muchos objetos sagrados que vuelven a aparecer en Choele de modo oculto y ritual. La matera de mi abuela Mitiva, que siempre me acompaña. Estaba siempre al hombro de Esteban en La Tigra, y está en la cocina cuando Leo Sbaraglia y Lautaro Murray espían a Guadalupe Docampo como voyeurs juguetones. En mi próxima peli, Vaimbora, estará al hombro de Tincho, interpretado por quien les habla.

-¿Cómo fue la experiencia de trabajar con un elenco integrado por un niño pero también por un actor sumamente experimentado como Leonardo Sbaraglia?
La química entre los actores profesionales, Leo Sbaraglia y Guadalupe Docampo, y Lautaro Murray fue explosiva y mágica. A los actores la presencia de un actor natural (o niño no entrenado) los sorprende, los descoloca, los ubica en un plano de estar listos para lo inesperado. A la vez, para un actor niño como Lautaro, la generosidad de actores tan cálidos como Leo y Guada es un regalo del cielo, pensando en que trabajaron como dos maestros de actuación en cada toma. En un ensayo recuerdo que Lautaro estaba trabajando con Guadalupe una escena, y Leo Sbaraglia le susurraba los pensamientos internos del personaje a un Lautaro ávido de aprender este nuevo juego de la actuación cinematográfica. Lucía Möller, mi directora de actores, hizo un gran trabajo. Estoy feliz de haber reunido a un equipo de excelentes artistas para la concreción de este relato.

choele-El paisaje patagónico parece ser un protagonista más dentro de una historia donde también tienen peso los espacios cerrados y la interacción entre los cuerpos. ¿Cómo buscaste trabajar estas cuestiones desde la puesta en escena?
Soy de ese tipo de escritor que no se queda quieto en el escritorio, sino que camina los espacios de sus historias. Durante el primer borrador y durante cada reescritura caminaba por las calles y espacios naturales del pueblo de Choele y Beltrán imaginando, visualizando y observando escenas posibles que pudieran formar parte de la película. En las paredes de las casas donde viví en los últimos años tuve siempre escaletas de la película pegadas, y allí iba haciendo crecer los espacios de cada escena. Es la segunda vez que trabajo con Nicolás Aponte como storyboardista de la película, y es la segunda vez que hacemos esa magia cerca de las fiestas de fin de año. Cuando el ciclo solar parece que muere y algo creativo nace. En mi casa de Caballito dibujamos plano por plano la puesta en escena de la película. Es fantástico poder ver todo el relato dibujado antes de filmar. Podés reescribir y cambiar cosas desde las imágenes, y eso hice. Como un pintor cinematográfico.

-A la hora de abordar un relato de crecimiento y autodescubrimiento, donde colisionan el universo y el infantil, ¿tuviste cineastas o películas como referentes? ¿Cuáles?
Antes de filmar volví a mirar Cuenta conmigo y me pareció fabuloso el trabajo actoral de los niños. También leí Moby Dick mientras estaba reescribiendo la película en una playa de Venezuela, y algo de esa historia se impregnó en el relato de Choele. Además, una chica sabia me regaló un cuarzo y me dijo que no podía dejar que nadie lo tocara porque se le iba la energía. Ese diálogo formó parte de la película. En realidad soy como un espectador (y protagonista) de la vida, la voy observando y escuchando. Y muchas de las cosas que me pasan y escucho en la vida van formando parte de los guiones que voy escribiendo. A veces ceno con mi familia de Uruguay y luego de que alguien cuenta una historia dicen: «cuidado que todo lo que digas puede ser usado en la próxima película de Juanpa» (Juan Pablo Sasiaín Huertas es mi nombre completo). La vida me influencia más para escribir y dirigir que las películas o los libros que leo. Por eso vivo viajando. Como me enseñaron Carriere y Yupanqui, el artista nace en el camino.

-¿Cuál ha sido hasta el momento la recepción en los festivales? ¿Hubo reacciones de algún tipo que no esperabas?
Me gustó mucho mostrar la película en Guadalajara, Lima, Cipoletti, Montreal, Mar del Plata, Punta del Este, Chicago, New York… Lo más interesante es cruzarte con otros artistas. Me crucé en Guadalajara con una actriz mexicana muy tranquila dentro de un mercado lleno de urgencia y me dijo que se llamaba Momo, bah, que ella se había bautizado así. Le pregunté si era por el libro y me respondió con una sonrisa. Ojalá pronto haga una versión de ese libro. Hay una riqueza escondida en los libros esperando que los cineastas nos animemos a iluminar. Quiero aprovechar esa fuerza y empezar a trabajar en trasposiciones jugosas. Siento que Choele recién nació. Ojalá desde el INCAA y la producción de Sudestada Cine, y la distribución de Primer Plano Film Group podamos darle fuerza para que recorra varios festivales y represente a la Argentina en otras tierras. Un día sonó mi celular y la voz en inglés de una distribuidora Suiza me invitó a tomar un café en Puerto Madero diciéndome que le había encantado la película y que la quería estrenar comercialmente en su patria. Ojalá Choele trascienda por todo nuestro planeta y borre un poco esa cosa absurda llamada frontera.

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