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Mad Men – Recapitulación: Time & Life

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

madmenEn Mad Men también hay capítulos de acción. No, no hay disparos ni persecuciones ni nada por el estilo. Pero son capítulos donde la trama se moviliza velozmente, donde la serie se pone zigzagueante, donde el montaje y las elipsis determinan un ritmo diferente para lo que es la habitualidad de la serie de Matthew Weiner, y donde la trama gira alrededor del mundo laboral de los muchachos de la Avenida Madison (¿recuerdan el fascinante final de la tercera temporada?). Y Time & Life, el del pasado domingo, fue uno de esos capítulos: la noticia sobre el retraso en el pago del alquiler de las instalaciones de SCDP puso a la oficina en jaque acerca de cuáles eran los planes de McCann-Erickson para la firma, y a la cúpula directiva en la planificación de una estrategia a futuro. Fue un capítulo vibrante, que entra sin problemas entre los mejores de la historia de la serie, no sólo por cómo se manejó y dosificó la información hacia el espectador, sino por las repercusiones que trae para la historia cuando apenas quedan tres capítulos por verse.

Como decíamos la semana pasada, el tiempo, y especialmente el futuro, es el asunto clave de esta temporada. Y del cierre de Mad Men. Que el capítulo se haya llamado Time & Life es sin dudas un juego de palabras entre algunos de los elementos que constituyeron al capítulo tanto como una mirada global sobre el después de estos personajes: si la comparamos con Breaking Bad, como bien sugirió Rodrigo Seijas -y cosa en la que pensé ni bien lo vi-, este episodio funciona un poco como el Ozymandias de Weiner. Digamos que en estos notables 47 minutos se dio una especie de definición al futuro laboral de Draper, Sterling, Campbell, Chaough, Harris y toda la oficina. Hay una especie de triunfo amargo para estos tipos, que nadarán en riqueza seguramente si tenemos en cuenta el nombre de las firmas involucradas que ellos manejarán, pero ya no será un triunfo propio. Y ahí está el verdadero conflicto de estos personajes: acostumbrados a ser autosuficientes, su éxito será el éxito de algo mayor, no tanto el de ellos y su visión. De hecho, toda la maniobra sucede a sus espaldas, no la ven venir, ya no son libres sino empleados de una mano superior que los manipula. Piezas en el rompecabezas. La que mejor lo ve es Joan, peón desde siempre, en ese diálogo tristón que mantiene con Pete en un taxi.

Esa trama principal fue tan notable y predominante, que Time & Life se dio el gusto dejar en segundo plano la definitiva aceptación de sí misma que hace Peggy Olson respecto de su pasado, de su rol eludido de madre, de las decisiones que tomó y de su importancia como cerebro dentro de la empresa. Un monólogo que maneja brillantemente la grosa de Elisabeth Moss. Lo que desconoce Olson es que su huida -y no es la primera vez que lo intenta- no será del todo hacia adelante, ya que Draper y su sombra seguirán acechándola.

Time & Life fue un capítulo chispeante, a la vez que muy triste: es sin dudas un episodio que pone en evidencia el final de la serie, uno donde se toman decisiones fuertes y que parecen no tener ya más marcha atrás. Y donde Sterling y Draper comparten un momento de intimidad repleto de cariño, en el que se ve a dos tipos que las han vivido todas, finalmente llegando a una cima profesional a la que sólo supera el abismo. Weiner se guarda -entiendo- unos tres capítulos donde tendrá que definir aspectos personales del protagonista y donde -supongo y ansío- el vínculo Draper-Olson terminará por hacer eclosión: no olvidemos que Mad Men arranca el día en que Peggy comienza a trabajar en la oficina.

Y si algún elemento le faltaba a Time & Life para ser sumamente melancólico, alcanza con decir que lo dirigió Jared Harris, aquel suicida Lane Pryce que todavía extrañamos con su británica excentricidad.

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