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La última pelea

poster warriorTítulo original: Warrior
Origen: EE.UU.
Dirección: Gavin O’Connor
Guión: Gavin O’Connor, Anthony Tambakis, Cliff Dorfman
Intérpretes: Joel Edgerton, Tom Hardy, Nick Nolte, Jennifer Morrison, Frank Grillo, Kevin Dunn, Maximiliano Hernández, Bryan Callen, Sam Sheridan, Fernando Chien
Fotografía: Masanobu Takayanagi
Montaje: Sean Albertson, Matt Chesse, John Gilroy, Aaron Marshall
Dirección de arte: James Donahue
Música: Mark Isham
Duración: 140 minutos/strong>
Año: 2011
Compañía editoria: AVH


8 puntos


Underdogs

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

warrior unoHace algunos días, tuve la oportunidad de pescar en el cable, por enésima vez, Rocky Balboa, sexta y última entrega de la saga que prácticamente inventó el subgénero “underdog”, esos relatos centrados en equipos o individuos deportistas que resurgen de sus cenizas y alcanzan logros deportivos (y personales, y sociales) muy por encima de las expectativas previas, propias y ajenas. Uno ve ese film, con Rocky ya viejo y cansado, pero con cierta sabiduría que puede dar la experiencia, dispuesto a encarar un último combate, y percibe claramente la perfecta conciencia por parte de Sylvester Stallone de que la historia del “Semental italiano” sigue teniendo una gran actualidad, porque habla de los sueños y esperanzas de la clase trabajadora, y la necesidad de creer en uno mismo, además de haber quedado establecida como un paradigma a seguir dentro del género. Es casi una remake del primer film, incluyendo el ya clásico montaje de entrenamiento, con la subida final por las escalinatas del Museo de Arte de Filadelfia (que es luego repetido por personas anónimas en los créditos finales).

Hago referencia a Rocky Balboa porque es bastante evidente que Gavin O’Connor, a la hora de escribir y dirigir La última pelea (cuyo título original es Warrior: editada en la Argentina por AVH), tuvo muy en cuenta las lecciones brindadas por Stallone. Ver este film nos ayuda a entender ciertas cuestiones simples pero que nadie había visto antes que Stallone, y que aún se mantienen.

La primera es hacerse cargo de la importancia del deporte en cuestión, en este caso las artes marciales mixtas: los protagonistas son siempre tipos que viven para eso, que podrán tratar de eludir esa “profesión”, ir para otro lado, probar algo diferente en sus vidas, pero incluso en el retiro no dejan de ser eso que alguna vez fueron. “Los peleadores pelean”, dice alguien en Rocky Balboa, y eso también puede percibirse en La última pelea. Uno ve a Brendan Conlon (Joel Edgerton) enseñando química en una escuela pública con total soltura y sapiencia, junto a su esposa y sus hijas, con las que es dulce y amoroso, pero luego metiéndose en un combate amateur en un escenario improvisado en el estacionamiento de un club de stripers, y percibe a un hombre con tanto miedo como ganas de pelear, porque ahí es donde realmente tiene la capacidad de proveer económicamente a su familia y alimentar su ego. Lo ve a su hermano mayor, Tommy (Tom Hardy), retornando de la guerra en Irak, con un pasado que se adivina oscuro y terrible, sólo sabiendo descargarse en la arena, en el ring, donde agacha la cabeza y embiste con salvajismo, liquidando al rival en apenas segundos, y se da cuenta que ese hombre-bestia nació para agarrarse a las patadas y piñas. Y ve al padre de ambos, Paddy (Nick Nolte), alcohólico en recuperación, sin conocimiento de su rol paternal pero capacitado para entrenar a un luchador, y comprende por qué tuvo los hijos que tiene, y que no hay remedio: en esa familia de hombres las cosas se solucionan ahí arriba, en el ring, destruyendo al oponente.

La segunda es saber filmar las secuencias de acción deportiva, hacerlas entendibles e involucrar al espectador, por más que este no conozca las reglas del deporte en cuestión. Hollywood ha conseguido a lo largo del tiempo pulir cada vez las puestas en escena de las secuencias deportivas y quizás el único deporte con el que mantiene una deuda es con el fútbol (probablemente la respuesta pase por la utilización del plano secuencia). Hood, en este caso, aprueba con creces: la fisicidad que transmite La última pelea es abrumadora, los golpes, patadas, quebraduras se sienten en la piel, a partir de un trabajo estupendo con la cámara en mano, cercana a esos cuerpos llevados al límite de sus posibilidades y con el sonido, que transmite con perfecta veracidad la tensión y el dolor. Uno podrá no estar al tanto de las normas de las artes marciales mixtas, no tendrá ni idea de las diferentes tomas, maniobras o golpes, pero a la hora de los bifes se encuentra alentando y nervioso como el más fanático.

La tercera y última es tener una gran competencia, un gran desafío en el final. En La última pelea tenemos el Sparta, un torneo que reúne a los dieciséis mejores luchadores del mundo, donde Brendan y Tommy entran casi de casualidad, por separado, cada uno con sus propios motivos: el primero para evitar que lo desalojen a él y a su familia de su hogar, el segundo para cerrar algunas cuentas pendientes respecto a su pasado en la guerra. Y sí, tenemos un final más que obvio desde ciertos aspectos, pero que no por eso carece de dramatismo.

O´Connor vuelve a contar la misma historia de siempre, la de los tipos que se sorprenden hasta a sí mismos, arrancando como punto y terminando como banca, con lo familiar entremezclado con lo social, donde los conflictos se deciden compitiendo, a todo o nada. Lo hace sabiendo que ya funcionó con Rocky. Y sigue funcionando ahora.

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