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Berlín 2011: los Coen inauguraron el festival con el pie derecho

Los hermanos Joel y Ethan Coen, junto a su “Marshall” Jeff Brigdes, desfilaron sobre la alfombra roja de la 61 Berlinale cual «cowboys», al galope del Temple de acero que abrió el festival y custodiando a Hailee Steinfeld, la gran revelación de un filme que juega a ser y no ser un western de toda la vida.

«No soy el perpetuador de John Wayne. Lo adoro, pero no busquen en nuestra película una especie de híbrido con la de 1969. Nuestro filme tampoco es una película del género», afirmó Bridges, presente en Berlín con un «look» bastante parecido al del viejo alguacil borracho del film, aunque aseado y sin el parche tapándole el ojo.

«No buscábamos el remake, vimos la película de niños y teníamos una idea más o menos vaga de lo que pasaba. Wayne no es un referente para la gente de mi generación», corroboró Ethan Coen, entre asentimientos de su hermano Joel.

Wayne es un «icono», resumió Bridges, para quien los cinematográficos hermanos tienen «su propio lenguaje y su propia relación con el mundo de muerte y violencia» del llamado salvaje oeste.

La comparación era inevitable y el remake del Temple de acero que dio el Oscar en 1969 a Wayne dejó a la Berlinale dividida entre los que lo ven como un western de siempre y los que le aprecian un cúmulo de diferencias derivadas del humor corrosivo del sello Coen.

Se habla demasiado -y dispara poco- para ser una película del oeste de las de siempre, pero por otro lado ahí están todos los tópicos del género -cazadores de recompensas, forajidos, borrachos, personal de gatillo fácil y ni un minuto para el aseo personal.

Se ciñe más al libro de Charles Portis que al guión del film de Henry Hathaway, pero es casi desligar del todo a Bridges de Wayne.

Mientras unos afinaban paralelismos en esa especie de duelo entre actores, a 40 años de distancia entre sí, o entre este filme y otros de los Coen, otros se dejaron arrastrar por la magia de una película que, en realidad, pertenece a Steinfeld, en el papel de la muchacha de catorce años empeñada en vengar la muerte de su padre.

Steinfeld está a millas de los estereotipos del género «película con niño», en el filme, y fue aclamada por un festival tan sediento de grandes nombres como de descubrir talentos.

Encantadora y tan lista como en el filme, juró haberlo pasado estupendamente rodeada de hombres permanentemente rudos: «Pasé tres meses con ellos, tiempo suficiente para perderles el miedo».

La Berlinale aclamó a los Coen y a Bridges, como no podía ser de otro modo, y se quedó prendada con la muchacha. Los hermanos y su actor se quitaron con creces la espina de la tibia recepción que dio ese mismo festival a El gran Lebowski, en 1998.

La película acudía fuera de competición y coincidiendo con su arranque en las salas comerciales de media Europa -en EE.UU. se estrenó ya hace semanas-, de manera que poco margen para descubrirle sus secretos dejó a la crítica desplegada a Berlín.

Aún así, fue un arranque vigoroso para un festival por el que mañana dejará de hablarse tanto de aspirantes o no a Oscar -el film de los Coen acumula diez nominaciones-, para hacerlo de Osos.

Abrirán el desfile de candidatos dos debutantes en la dirección: el estadounidense JC Chandor y la argentina Paula Markovitch.

El primero concurre con Margin call, una película centrada en el convulso Wall Street de 2008 e interpretada por Kevin Spacey, Jeremy Irons y Demi Moore.

Markovitch, nacida en Buenos Aires y afincada en México, lo hará con El premio, un film que acude arropada por la subvención previa de la propia Berlinale -el fondo World Cinema- y su aval como guionista de Lake Tahoe, el film del mexicano Fernando Eimbke que en 2008 ganó el premio Alfred Bauer del festival.

Kosslick se ha prodigado en elogios a la película de Markovitch, que retrata aspectos poco explorados de la dictadura argentina a través de una niña de siete años y una mujer.

Es una historia con perfiles autobiográficos, según el catálogo, y la primera de las dos concursantes de Latinoamérica, a la que seguirá, el próximo miércoles, Un mundo misterioso, del argentino Rodrigo Moreno, ganador en 2006 del Alfred Bauer, con El custodio.

La 61ª Berlinale viene muy buen nutrida de cine argentino, a competición o en las restantes secciones: Medianeras, de Gustavo Taretto, en Panorama, además de Ocio, de Juan Villegas y Ausente, de Marco Berger, en Forum, y El camino del vino, de Nicolás Carrera, en el Cine Culinario.

Además, estarán presentes en el Co-Production Market, paralelo al festival, Wakolda, de Lucía Puenzo, y El día trajo la oscuridad, de Martín Desalvo.

(Fuente: EFE)

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