No estás en la home
Funcinema

Red de mentiras

Quémese después de mirarse

Por Mex Faliero


4 puntos


Es significativo, pero tanto Quémese después de leerse como Red de mentiras terminan con un plano cenital. Y en ese formalismo quedan borradas e indescifrables las fronteras de los personajes para dejarnos una sensación similar: que mucho del cine actual sólo puede mirar al mundo real de manera cínica. Un travelling es una decisión moral. ¿Y un zoom out cenital? En la película de los Coen vaya y pase, porque es imposible que ese mundo caricaturesco nos preocupe demasiado; pero en el film de Ridley Scott llama la atención por su constante coqueteo con cierta forma de comprensión hacia la otredad que se termina dando de narices contra el tono final elegido. Es que el humanismo y la canchereada no pueden convivir pacíficamente.

Es cierto. Red de mentiras se construye sobre la lucha constante entre el cinismo de Ed Hoffman (Russell Crowe) y la carga de conciencia progresiva de Roger Ferris (Leonardo DiCaprio). Hoffman es un burócrata que dirige misiones de espionaje en Medio Oriente desde Estados Unidos, con su teléfono con manos libres, mientras baña a sus hijos o los lleva a la escuela. Ferris está en el ojo de la tormenta, le cuesta saber qué es lo bueno y qué es lo malo y se termina involucrando con una joven enfermera árabe. Pero volviendo al tema del cinismo, vale decir que el problema de la película de los Coen no era que su resolución era cínica, sino que nunca funcionaba como comedia y los personajes eran poco interesantes.

En el film de Scott el inconveniente pasa por otro lado: el manejo de la ironía por parte de Hoffman es lo que le da cierto interés al relato, de hecho la impostura del personaje y la actuación de Crowe son de lo mejor, pero la película ejecuta con corrección política un final en el que elige a su héroe claramente -no vamos a adelantar mucho más-. Ahora, dos minutos después está negando su propia elección con un plano que reconstruye la decisión que toma cierto personaje. Si Red de mentiras se puede separar en dos formas de ver el mundo, observen de qué lado pone la cámara Scott y con quién decide terminarlo. Scott esquizofrénico.

Esa indecisión del director a la hora de observar el conflicto es la misma que tiene al momento de narrar y construir la historia. Si la primera parte del relato funciona mínimamente como un buen thriller, con un par de secuencias tensas y manejadas con la habitual solvencia técnica del realizador, luego se verbaliza, pone el conflicto en la boca de sus personajes y le inventa un romance totalmente innecesario a Ferris con una enfermera árabe y sólo útil para: 1) generar una escena en la que se ponen en evidencia las diferencias entre Oriente y Occidente; 2) provocar un giro final traidísimo de los pelos para que todo cierre moderadamente. Todo esto estira el relato, lo redunda, licúa el interés y termina aburriendo.

El mayor problema que tienen películas como Red de mentiras es que dejan en evidencia el agotamiento sobre el tema Medio Oriente o, en todo caso, la impericia de Hollywood para buscar una mirada novedosa. Claro, posiblemente no sea impericia, pero ya sería meternos en cuestiones políticas que nos exceden. Cuando lo más coherente en una película es un personaje tan execrable como el Hoffman de Crowe estamos jodidos. Y ahí Red de mentiras se parece a Luna de Avellaneda con el personaje de Daniel Fanego.

Scott, que había levantado su tan profusa como mediocre carrera con Gánster Americano, vuelve a caer fagocitado por sus clichés narrativos a los cuales confunde con marcas de autorales. En su agonía y debilidad (ah, sobre el final se acuerda que era un thriller, pero sus personajes hablan tanto, y en situaciones tan incómoda como una sesión de tortura, que resulta risible) el film hace extrañar la brutalidad sin sentido de La caída del Halcón Negro. Claro, la brutalidad tiene una alta dosis de honestidad, pero los personajes de Red de mentiras son de esos que aman el mundo libre despachando gente entre las sombras. El problema de la película no es el mundo que retrata, sino cómo lo retrata. La discreción en estos casos es cinismo, es mirar un conflicto real a distancia, desde una fría oficina en Langley. Aquí nos hay héroes, por más que Scott se empecine en decirnos que sí.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.