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El caballero de la noche

La inutilidad de romper espejos

Por Mex Faliero

Christopher Nolan es un director que me genera tanta seducción como contradicciones. La mayoría de sus películas logran dejarme una muy buena impresión ni bien termino de verlas, pero es imposible una vez que las pienso detenidamente no comenzar a ver sus trampas narrativas, sus truquitos de guión, su manipulación, su falta de libertad para narrar siempre sometido a un guión que lo ahoga y controla todas las acciones. Y sin embargo me siguen gustando sus películas.

El por qué de esa seducción y gusto, a pesar de hallarle el punto flojo, creo que tiene que ver con que encuentro debajo de su superficie extremadamente fría y calculada, a un autor que viene traficando en sus productos una idea más o menos coherente sobre el mundo. Aclaro antes dos cosas: no vi El gran truco Batman inicia me parece tan atendible en su intención personal de reelaborar el mito como pobre desde lo narrativo, con escenas de acción pésimamente filmadas. Decía, Nolan es bastante pesimista y sus personajes, sean un tipo con problemas en la memoria, policías que andan insomnes u hombres encapotados con sed de venganza, son hombres que no pueden escapar de un destino trágico, pero uno que ellos mismos ayudaron a construir.

Esa idea es más que significativa. Porque construye un panorama negro, pero dice a la vez que las acciones individuales pueden modificarlo. Es optimista a su manera y descree de una mano invisible que controle. Todo se resuelve en el territorio de los humanos.

Hay que decirlo de una vez: El caballero de la noche es su mejor película. Y lo significativo es que funciona a la perfección, otra vez, por su guión. Pero la diferencia esta vez radica en que no sólo el guión de Christopher y Jonathan Nolan junto a David Goyer controla las acciones, sino que además construye personajes con varias capas de complejidad. Entonces entre esa atmósfera siempre al borde del cálculo y la osadía de personajes que parecen ir quebrando reglas y evadiéndose del lugar que les corresponde se genera una tensión que no hace más que agudizar la relación con el tema del film: Ciudad Gótica y sus personajes que transgreden reglas para descontrolar todo en medio de un caos que no es otra cosa que una sociedad al borde de la autodestrucción.

Y allí, el eje sobre el que la película gira, se arma, construye y resignifica: el Guasón (Heath Ledger). En la mirada de los Nolan y Goyer se trata de un mafioso sin nombre ni lugar, una especie de falla en el sistema, de freak perturbador y perverso, que se hará contratar por los mafiosos de Ciudad Gótica para terminar con Batman (Christian Bale). Él se erige como la salvación de una de las caras de este mundo bífido. La otra salvación, es el propio Batman. Y en este contexto de espejos ambiguos, aparece Harvey Dent (Aaron Eckhart), fiscal de distrito, que no en vano -y no descubro nada al decirlo- se convertirá en Harvey, dos caras y será como una especie de trapecista que caminará por las cuerdas que divide ambos universos. Él es la clave intelectual del film.

Se ha leído por ahí que lo del malogrado Ledger como el Guasón impresiona. No vamos a negarlo aquí y, por el contrario, sí a reafirmarlo. Como para magnificar su labor baste decir que deja a Jack Nicholson en el lugar de un payaso sofisticado. Su caracterización impacta, no sólo por la construcción, sino porque da la impresión de que se metió en el personaje, se lo comió, masticó y digirió en toda su oscuridad. Y estamos hablando de un personaje que representa en sí mismo la pura esencia del caos: no le importa el dinero ni su propia vida, es la toma de conciencia del mal, sólo busca comprobar la esencia diabólica que existe en cada uno.

Pero claro, la actuación de Ledger no hubiera sido lo que es si no hubiera contado con una lectura tan brillante del personaje en sí. Los guionistas adaptan uno de los Batman del comic (además de The dark knight, obviamente) que es The killing joke y captan la más pura esencia del Guasón. En una magnífica escena de interrogatorio, le dirá a Batman que no es más que un freak, un elemento de la sociedad intercambiable, usable para ser descartado. Y que sólo resta agregar un poco de anarquía para comprobar lo fútil que es todo. Su perversión reside en que intentar terminar con él es imposible, es inimputable, porque su desgaste no es físico, es moral, es psicológico. No hay puño que le pueda hacer daño, porque es como querer romper un espejo a puñetazos: sólo devolverá la propia imagen astillada. Ahí está el típico personaje Nolan, cuando Alfred (otro Michael Caine soberbio) le diga que lo que ha pasado es que combatió al mal, pero lo hizo escupiéndolo a la cara. Ese mal que ayudo a construir se le volverá en contra.

A partir de allí entonces El caballero de la noche se irá convirtiendo en una especie de película operística, espiralada, barroca, que mezcla elementos de Martin Scorsese, el Brian De Palma de Los intocables, cierta fisicidad de Michael Mann y las triadas a la usanza del cine de acción asiático. Es un policial negro, duro, sobre la Justicia y la construcción del héroe en base a un imaginario social corrompido y obnubilado, con la urbanidad bien presente como símbolo de la despersonalización imperante.

Puede que Nolan enrule tanto la trama, que por un momento la proliferación de plots no logren cerrar del todo -de hecho algunos se ven deshilachados, como el de la corrupción policial por ejemplo- y el film se torne larguero e indeciso sobre qué final buscar. En ese sentido, es evidente que por necesidad narrativa recurre a un desenlace aunque por fuerza dramática resulte inconveniente. Y así el film se pincha sobre el final.

Pero son cosas mínimas a la hora de analizar una película que se toma en serio desde aspectos formales, pasando por la dirección y las actuaciones, la adaptación de un comic. Sin dudas es la primera gran película sobre Batman, y sepan disculpar los fanáticos de Burton. El caballero de la noche es el que interpreta la carga de contradicciones de Bruce Wayne, el que lo confronta con una realidad inevitable: no es un héroe, es apenas un elemento social necesario en determinado momento. Y esa reflexión se construye sobre la base de un film físico, que avanza como una topadora, con ritmo frenético y que deja a Batman inicia en el lugar de borrador innecesario.

Y a propósito, hay una reflexión final sobre la figura del héroe y su relación con la comunidad que logra poner a la película en su lugar -del que es cierto, parece contradecirse cuando intenta una especie de redención del hombre-. Ese lugar es el de la amargura y la desolación, del héroe solitario y conflictuado. Evidentemente no es el control el que domina, es el caos que enajena, descentra y nos impone como seres pequeños e insignificantes. El Guasón lo sabe, por eso su risa sin vida, hueca. Es la propia esencia del caos reconociéndose, es el espejo que nos arroja imágenes horribles. No lo rompas, acéptalas.

9 puntos


El icono del pop en el mundo posmoderno

Por Cristian A. Mangini

El Batman de Bob Kane y Bill Finger nació entre las historias pulp y el policial negro de Chandler o Hammett, entre las mafias y un mundo sumido en la crisis y la desesperanza que el crack de Wall Street había dejado en la sociedad norteamericana -recordemos que hacia el ´39 la economía estadounidense aún no se había recuperado completamente, a pesar de la promesa del New Deal.DC había traído al mundo en el ´38 a un hombre con superpoderes, representante del “sueño americano” que en el contexto social en que se encontraba resultaba descolocado, a pesar de su popularidad. Podría pensarse al personaje como una reafirmación ante el “enemigo externo”, en un ambiente sofocado por la guerra y la alienación cultural. Si ante ese “enemigo externo” se presentaba a un Superman casi omnipotente, dispuesto a defender la salud de los habitantes de Estados Unidos, representado en ese imaginario colectivo paranoico; Batman representaba la lucha contra el “enemigo interno”, es decir, el ser humano corriente que se enfrentaba a mafias y bandidos dispuesto a corromper las instituciones. Era una mixtura entre El zorro, Phillip Marlowe y el positivismo cientificista de comienzos de siglo XX, pero con una particular hondura psicológica que siempre hizo al personaje más humano que Superman: el personaje era un vengador incansable condenado por su pasado, atormentado, y dispuesto a traspasar los límites morales en caso de necesitarlo.

Quizá este aspecto humano haya sido lo que generó atracción entre el público mundial por el personaje, además de un peligro real, alejado de la fantasía que proponían otros superhéroes. Incluso el término superhéroe para hablar de Batman resulta cuestionable, ya que se asemeja a una versión agresiva de un detective con un alto nivel de conocimiento, capital y tecnología para llevar a cabo su incansable búsqueda de justicia. El tiempo y el éxito de la figura de Batman lo transformaron en la década del ´60 en un icono del pop, inmortalizado por la inolvidable teleserie de Adam West. El color, la música y el absurdo televisivo generaron una nueva faceta del héroe, alejada de las historias que había dado forma Kane a finales de la década del ´30: linealidad, superficialidad y un claro maniqueísmo son algunos de los rasgos más destacables de estas series que, en su previsibilidad, basaban su éxito. El imaginario social tendrá presente a esta serie que fue un éxito instantáneo y un entretenimiento garantizado por muchos años, a pesar de que el cómic siempre avanzó por carriles más oscuros.

Con la creación del sello “Vertigo” en la década del ´80 y una estética más noir, Batman sería reinterpretado a partir de las series de cómics que entregaban autores como, por ejemplo, Frank Miller. Esto generaría una larga serie de historias laterales o alternativas que enriquecerían notablemente al Caballero de la noche, aunque a un fanático de la línea de DC esto último no le guste demasiado. La cuestión es que la influencia del sello fue fundamental para reelaborar personajes y darles contemporaneidad, transmitiendo otra visión sobre el universo de Ciudad Gótica e incluso, sobre el origen del héroe y sus respectivos villanos, aunque suele ser un canon aceptar tal o cual universo paralelo.

8 puntos

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