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El sueño de Cassandra

El último tren a Londres

Por Brian Macchi

Allen se caracterizó por tener siempre el mismo “fondo”, el mismo ámbito, el mismo contexto, New York. Allí realizó la gran mayoría de sus películas que lo catapultaron al reconocimiento mundial.

Sin embargo, a partir de 2005, Allen se fue a filmar a Europa. Quizás porque esa gratitud recibida venía principalmente desde el Viejo continente (y no tanto de su país), la cual también se presentó en dinero para poder realizar sus producciones. Primero decidió irse a Inglaterra para hacer sus proyectos, utilizando la mística Londres como su nuevo “fondo”. En este sitio realizó tres cintas, Match Point (2005), Scoop (2006) y El Sueño de Cassandra (2007). Ya durante el 2008, Woody cambió de locación. Se fue a filmar a España y este trabajo se llama Vicky Cristina Barcelona, haciendo referencia al sitio donde se plasmó la obra.

Más allá de esta última producción realizada en la península ibérica, la presente crítica hará referencia a aquella realización de 2007, que arriba a las salas locales bastante tiempo después de haber sido estrenada en la 64ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia.

En esta cinta se narra la historia de dos hermanos con complicaciones económicas, que para solucionar sus problemas de dinero deberán concretar el pedido de su tío millonario, para que éste salde sus cuentas. El encargo hará que ellos se replanteen sus convicciones y decidan que es lo que realmente es importante para sus vidas.

Desde su inicio, la cinta propone un tono clásico a la narración, que será una constante durante la totalidad del trabajo. La música, los planos, el ritmo contienen este modo, que Allen sabe utilizarlos excelente para lograr que la cinta resulte atractiva. Principalmente porque a este estilo adoptado, el director logra imprimirle más velocidad mediante escenas de poca duración y cambios constantes de ámbitos, haciendo que ese clasicismo no resulte monótono, sino todo lo contario.

Con los tradicionales diálogos que impone Woody dentro de sus films (cargados de muchas palabras y expresiones), la película va creciendo intensamente hasta arribar al punto más alto, el clímax, donde ocurre un hecho fundamental de la historia. Lamentablemente, a partir de ese instante el trabajo detiene su vigor, volviéndose muy discursivo y remarcando excesivamente su mensaje, más allá de finalizar la historia de forma brillante, como si ésta fuera una tragedia griega. El cierre no logra olvidar los treinta minutos anteriores.

Junto a un brillante manejo de la cámara y un acertado aprovechamiento de la música, se encuentran las excelentes actuaciones de los protagonistas, Evan McGregor y Collin Farell. La labor de ambos resulta trascendental para la energía que posee la cinta, ya que interpretan magistralmente a estos dos hermanos que no saben que camino tomar.

El sueño… será un disfrute principalmente para los seguidores del neoyorquino, ya que contiene todos los tips característicos del realizador. Comprenderán más rápidamente ciertas líneas narrativas que, quizás, al espectador medio se les escapan. Igualmente es un largometraje abierto para cualquier observador que busque un cine prolijo y bien realizado, asuntos difíciles de encontrar por estos días.

El último film de Woody Allen en Londres resulta aceptable por el acertado manejo de lo técnico junto con la gran labor de los protagonistas y el buen retrato de las relaciones familiares. Quizás si el director no hubiera remarcado tanto su mensaje final, haciendo tan explícita “la moraleja” (ya que durante el resto del trabajo nada fue tan evidente), se estaría hablando de otro tipo de cinta. Ésta es una más.

7 puntos

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