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Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian

Aprender de los errores

Por Brian Macchi

Clive Staples Lewis nació en Belfast, el 29 de noviembre de 1898. Es comúnmente conocido como C.S. Lewis, sus amigos lo llamaban Jack. Fue un escritor, apologista y académico irlandés. Es famoso principalmente por sus trabajos acerca de la literatura medieval, apologías cristianas, cricismo literario y su ficción. Su labor por estos días es más divulgada por haber realizado la saga de libros infantiles de las Crónicas de Narnia.

Dichas obras han tomado mayor trascendencia porque Walt Disney Pictures y Walden Media decidieron llevar esas historias a la pantalla grande. Después de hacerlo con El león, la bruja y el ropero, llega una segunda aventura en territorio narniano, El príncipe Caspian. Cabe recordar que esta saga se realiza en el orden en que el artista publicó sus obras y no en el tiempo que transcurre en la ficción.

En este nuevo episodio, basado en el libro que escribió Lewis en 1951, los hermanos Pevensie regresan a Narnia llamados por el príncipe Caspian. Ya en el territorio, descubren que un malvado rey de Telmar ha tomado control del lugar. El monarca planea deshacerse de su sobrino (Caspian) para que su hijo sea el futuro heredero del trono. Su ley extranjera ha tratado de lograr la aniquilación de todas las criaturas mágicas de la región, pero todavía quedan muchas escondidas. Los cuatro niños ayudan al joven príncipe ha organizar su ejército de Bestias Parlantes, y, con la ayuda del gran león Aslan, intentarán salvar a Narnia del mal.

La cinta comienza con un tono sombrío y serio, que será casi una constante de este trabajo que resulta mucho más adulto y violento que su predecesor. Esta sobriedad hace que la historia, desde el inicio, predisponga al espectador de otra manera. No que va a ver un film aniñado, sino una atractiva película épica.

Desde este comienzo, se destaca la labor del director Andrew Adamson que logra darle mayor carácter al producto, particularidad que no pudo lograr en El león, la bruja y el ropero. El acertado trabajo se nota en plasmar como los hermanos han crecido y como repercute esto en sus actos, llevándolos a tomar más conciencia de cada movimiento que hacen, siendo momentos acertadamente exhibidos por Adamson. Ya no hay tanta inocencia y eso se nota.

Parece que el realizador neocelandés aprendió de los errores cometidos en su anterior trabajo con la saga y ha tratado de superarlos. Se puede observar en la utilización de atractivos planos como en la filmación de las escenas de acción, que transmiten mucho vértigo e impacto. También es certero su trabajo con los actores, que realizan adecuadas labores dentro de los personajes y que suman a este dejo más solemne.

A pesar de contener una laguna pronunciada en la mitad de la primera parte, semejante a la que hay en el primer episodio de Las crónicas de Narnia; la cinta en si es un muy buen largometraje de entretenimientos. Sobretodo se destaca el segundo segmento de la película, donde el film toma un tono épico contundente haciendo que el producto se vuelva considerablemente atrayente durante ese pasaje.

Quizás la falta de carisma de los habitantes narnianos, que no poseen el mismo atractivo que en los encontrados en El león, la bruja… (tal vez una falla de Lewis y no de Adamson) sería el principal error de un trabajo que no equipara a lo realizado por Peter Jackson y compañía (El Señor de los anillos), pero que demuestra un notable crecimiento entre una película y otra, siendo Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian un atractivo film épico, que ya no es tan infantil ni aniñado. Y era lógico, los chicos crecen.

8 puntos

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