No estás en la home
Funcinema

Un secreto

El rigor de la ausencia

Por Cristian A. Mangini

Cuando uno se encuentra ante un nuevo film revisionista con el tenor y la gravedad de la posguerra sobrevolando el relato, inmediatamente imagina el lugar común de mostrar la miseria humana y redundar en imágenes que aseveren esta idea, ya sea a través de documentos o fragmentos del film con una violencia contundente. Con Un secreto, la última película del talentoso director francés Claude Miller, sucede otra cosa porque el director se para desde otra perspectiva, demostrando que existen varias formas de contar un mismo suceso. Miller va más lejos e indaga en la psicología humana y la pesadumbre que recae sobre esos “soldados invisibles” (según los denomina la película) que son las mujeres en tiempos de guerra, desde el costado cotidiano de la vida familiar que viven los protagonistas. Por supuesto, el secreto además de la guerra marcarán un quiebre definitivo que es el tópico central del film.

La estética de Un secreto es un aspecto cuidado hasta el detalle que, además de exaltar la calidez del hogar o refugio con el trabajo de fotografía, no actúa de manera uniforme ni tiene una puesta en escena clásica. La introducción es un segmento barroco, que hace referencia a través de recursos como el sonido en off o flashes visuales a aquello que sucedió y sucederá (el sonido de la tormenta cuando el personaje de Cecile de France se zambulle en la pileta es un buen ejemplo), mientras percibimos desde la subjetividad del niño François Grimbert (Valentin Vigourt) lo que recuerda, desde un punto de vista que deja muchas incógnitas.

Sin embargo el desarrollo, donde se juntan todas las piezas que proyectó de manera desordenada el personaje de François, tiene una puesta en escena clásica desde lo narrativo, donde abundan los rostros y los planos cerrados para ahondar en el drama y la personalidad de los personajes centrales de la película. Por otro lado el futuro (salvo en el epilogo) es blanco y negro, y aquí hay un detalle de una fuerte impronta poética: el futuro esta sepultado en los recuerdos y la culpa del pasado, y hasta que esa culpa no es superada (el secreto), los rostros y los lugares permanecen desprovistos de color.

El largometraje tiene, además de una trama central interesante, una denuncia latente que se mantiene durante el comienzo del film y, finalmente, se hace explicita en uno de los giros narrativos más importantes: además del recuerdo de la famosa “Resistencia Francesa” también existió un gobierno colaboracionista, que participó de la deportación de ciudadanos franceses de religión judía a los campos de concentración alemanes. Por otra parte, se tornan un poco repetitivas e innecesarias las imágenes de los campos de concentración: la escena en la escuela es mucho más contundente y natural que los travellings documentados que se cuelan en la trama hacia el desenlace de la película, y con aquella escena bastaba. También existe cierto tono de condena dirigido a la infidelidad que se redime de manera inteligente, pero no deja de resultar molesto una vez se piensa en la inevitable comparación entre el personaje de Simon (Orlando Nicoletti) y François, sus destinos y la forma en que fueron concebidos.

Finalmente, un film francés que aborda una temática desde un costado no tradicional y se ocupa de la tristeza y la amargura de los personajes sobre los cuales la guerra transcurre en su vida cotidiana, lejos del frente o los campos de concentración, con consecuencias que el tiempo no cura. Además muestra la resistencia estoica de las mujeres ante las pérdidas de sus hijos y maridos, obligadas a peregrinar en un mundo en un cambio constante, donde los seres queridos están perdidos entre la bruma de los estallidos.

7 puntos

Comentarios

comentarios

Comments are closed.