Bob Dylan: el hombre y los artistas
Por Cristian A. Mangini
Quizá a algunos no les guste, quizá otros crean que su poesía es genial pero su voz debería haber sido mejor, quizá a otros les resulte un provocador aburrido e insignificante. Como sea, es Bob Dylan: el héroe del folk, el icono del rock, el eterno premio Nobel de Literatura y la leyenda viviente. No se intenta ser parcial sino demostrar los hechos, el señor Robert Allen Zimmerman y los Bob Dylans de cada época se disociaron según el público que lo ha sabido apreciar en determinado contexto, y se ha(n) transformado en un eje central que define a la música del siglo XX de manera tangencial. Y así, el director Todd Haynes no tuvo mejor idea que adaptar la vida del cantante desde una perspectiva desafiante, arriesgada, donde conviven el poeta (Ben Wishaw), la estrella (Cate Blanchett), el actor farandulesco –o lo que el músico es para la TV- (el fallecido Heath Ledger), el profeta (Christian Bale), la leyenda (Richard Gere) y el origen de esa leyenda -o, mas bien, el Jonas que salió de la ballena- (Marcus Carl Franklin).
Haynes, un director que se caracteriza por desafiar al espectador que pretende un verosímil afirmado en el rigor de imitar la realidad, logra un (¿biopic?, sí, a pesar de todo) largometraje contundente que ilustra la figura de Dylan mejor de lo que lo habría hecho una puesta en escena clásica, necesariamente fragmentaria. Eso no quiere decir que la película de Haynes no sea fragmentaria: seis personajes de contextura completamente diferente, interpretados por seis actores y actrices diferentes, dando cada uno un punto de vista diferente sobre la misma historia, la de Dylan, desde seis nombres diferentes, es un signo coral que disgrega la historia. Pero la exactitud de esta visión, en su pretensión de capturar el absoluto del famoso cantante norteamericano, es categórica, procurando entender al personaje desde las fugas narrativas para llegar a una suma de partes que componen un todo. Es decir, en su estética fragmentaria y posmoderna, la película adquiere una coherencia mucho más cercana al personaje en cuestión. No tendremos como en Ray oCapote, fragmentos significativos que definan al personaje, sino que tendremos varios personajes para definir al artista Dylan en sus múltiples facetas.
Estéticamente la película está a la altura de su concepción, es decir, con tantos registros y puestas en escena como consideró el director para ilustrar cada segmento de la vida del músico: el televisivo para el falso documental, el formato en 16 mm para dar una idea de época, el blanco y negro para ilustrar los momentos más abstractos o surrealistas del film (algunos de los pasajes de Blanchett o las acotaciones dispersas a lo largo del metraje por Wishaw son un buen ejemplo) y una escenografía surrealista donde convive todo el imaginario que Dylan transmite en sus canciones en el segmento correspondiente a “la leyenda”, el solitario recluido en su mundo, en constante huida, interpretado por Gere.
Por otra parte, el sonido actúa como leit-motiv (además, así identificamos explícitamente de quien está hablando el documental) tanto así como para exaltar momentos románticos o dramáticos. De la banda sonora no se puede decir mucho porque, obviamente, son canciones de Dylan; sin embargo puede sorprender el empleo de algunos covers y la presencia de un tema inédito (precisamente “I´m not there”). Por lo tanto, a quien no le guste el músico, probablemente se vea en problemas si quiere ver la película.
El trabajo actoral es formidable, hasta en los papeles menos significantes, mucho se ha hablado de la interpretación de Cate Blanchett y ciertamente es excelente, pero el aporte de Bale, Ledger, Gere y Carl Franklin está a la altura de las circunstancias en cada uno de sus segmentos. El escaso aporte de Wishaw no deja de ser fundamental, ya que en sus escasos gestos y líneas entendemos el contexto de cada una de las historias. La voz en off de Kris Kristofferson es sumamente adecuada, y “ordena” la trama en una secuencia lógica. Sin embargo, y más allá de estas explicaciones, la película no es sobre Dylan, es también una reflexión sobre el arte y la imposibilidad de capturar al artista o etiquetarlo bajo una bandera: ¿Cuántas vidas y cuantas muertes llevaron encima artistas como Picasso, Goethe o Welles hasta su lecho definitivo?. Esa es la cuestión: incluso es sencillo imaginar a Dylan, en una postura cínica, apuntando sobre la película “I’m not there” (Yo no estoy ahí).
9 puntos