Un claro ejemplo de un momento disruptivo del cine italiano, marcado por parricidios, herencias y suicidios, que empezaba a escribir el acta de defunción del neorrealismo.
Rever esta película, una de las cumbres del recientemente fallecido Giuliano Montaldo, sirve para pensar los peligros del presente, pero también para exonerarla de sus obligaciones éticas.
Un film que cambia el punto de vista sobre un tema ya universalmente conocido como es el de la mafia y que posee una puesta en escena con una lograda tensión.