
Por Mex Faliero
El whodunit está de vuelta. Un poco por las adaptaciones que Kenneth Branagh hizo de las novelas de Agatha Christie y otro tanto porque la divertida Entre navajas y secretos, de Rian Johnson, le dio una vuelta de tuerca llevando el subgénero hacia un lugar más irónico y autoconsciente. Pero, fundamentalmente, porque para las plataformas es un diseño atractivo: pocos personajes, un único espacio y una intriga que se vale de las vueltas de tuerca para ir alimentando el cliffhanger capítulo a capítulo. La residencia, creada por Paul William Davies, hace uso de todos estos recursos, aunque lo de pocos personajes no sería el caso: la miniserie (por ahora, uno sabe que si el personaje pega esto puede estirarse a sucesivas temporadas) cuenta con un elenco extenso, una galería de personas muy nutrida que favorece las múltiples especulaciones acerca de quién es el asesino. ¿Y qué pasa en La residencia? El jefe de Servicio de la Casa Blanca (Giancarlo Esposito, en un personaje que había interpretado Andre Braugher pero cuya pronta muerte obligó al cambio de protagonista) aparece muerto en una noche donde se hace una fiesta para un comitiva de Australia y lo que en principio parece un suicidio, termina convirtiéndose en un asesinato a partir de la sagaz presencia de la detective Cordelia Cupp (Uzo Aduba). La miniserie aprovecha todos los recursos del subgénero, y especialmente la presencia de un elenco extenso donde sobresalen no sólo los mencionados Aduba y Esposito, sino además Ken Marino, Randall Park, Jason Lee, Isiah Whitlock Jr., Jane Curtin, Eliza Coupe, entre otros habituales y nobles intérpretes de reparto. Más allá del misterio, perfectamente urdido, de una sumatoria de sospechosos que se abre como un abanico donde todos son potenciales asesinos, La residencia encuentra el valor en algunos elementos que son claves para que el subgénero funcione: está brillantemente escrita, las actuaciones son un relojito y el montaje es de un virtuosismo que no aparenta, pero resulta un rompecabezas increíble de flashbacks visuales y sonoros, que van armando y rearmando cada secuencia. Y mientras todo sucede, y el caso se resolviendo, se construyen historias, que sí son las de funcionarios de alto rango o especuladores con poder, sino además de laburantes que se dedican a sostener el funcionamiento de esa Casa Blanca, desde electricistas a cocineros, de personal de limpieza a camareros, desembocando en esa hermosa historia de amor que surge entre la sirvienta Elsyie Chayle (Julieth Restrepo) y el conserje Bruce Geller (Mel Rodriguez). Si a veces La residencia se pasa de lista o riza el rizo demasiado, demostrando su conocimiento y capacidad sobrada para jugar con el whodunit, lo cierto es que disimula todo en la capacidad de divertir y sacar carcajadas a cada rato. Porque no lo dijimos, además de todo eso, y sobre todo, La residencia es una comedia notable. Una muy grata sorpresa.
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