
Título original: Marked Men Rule + Shaw // Origen: EE.UU. // Dirección: Nick Cassavetes // Guión: Sharon Soboil, basado en la novela de Jay Crownover // Intérpretes: Chase Stokes, Sydney Taylor, Alexander Ludwig, Natalie Alyn Lind, Ella Balinska, Paul Johansson, Matthew Noszka, Michael Bradway, Hannah Kepple, Daisy Jelley, Inanna Sarkis // Fotografía: Kenji Katori // Montaje: Jim Flynn // Música: George Kallis // Duración: 93 minutos // Año: 2025
2 puntos
¡GUAU, ES GENTE HERIDA PORQUE TIENE TATUAJES!
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
A esta altura del partido, es difícil decir algo mínimamente original sobre ese cine (si es que puede llamarse cine) focalizado en adaptaciones de libros destinados al público adulto-juvenil. Más aún cuando ya se han acumulado por doquier películas entre malas, pésimas y horribles. Sí debo decir que, viendo Almas marcadas, recordaba un monólogo de Louie C.K. sobre En busca del destino, aquel film de Gus Van Sant que era en realidad un vehículo estelar para Matt Damon y que terminó llevándose el Oscar al mejor guión original. Allí el comediante se dedicaba con furia, ironía y enorme destreza a destrozar el verosímil de la película en general y de una escena en particular, que cuando se analizaba mínimamente se revelaba como insostenible.
Claro que, en el fondo, lo que subyacía en el monólogo de Louie C.K. era el interrogante de cómo es que hay obras cuyos argumentos o puestas en escena pueden ser muy poco creíbles, pero que aún así se las arreglan para encontrar un horizonte de espectador que acepta todo, por más que los huecos de sentido estén a plena vista. Digo esto porque es un enigma que se me escapa el cómo es que hubo tantos lectores como para que Almas marcadas se convierta primero en una exitosa saga literaria y que luego tenga esta adaptación cinematográfica. Hay, quizás, un público muy amplio que gusta de este tipo de historias románticas donde el drama y la tragedia son más una pose que una construcción narrativa sólida. ¿Será que hay una identificación con lo que se cuenta? ¿Así de lavadas y solemnes serán las vidas de los jóvenes de hoy? ¿Así quieren que sean?
Lo cierto es que Almas marcadas podría ser una comedia, incluso una sátira romántica, si no se tomara tan en serio a sí misma. Tenemos por un lado a Rule (Chase Stokes), un artista dedicado al tatuaje que obviamente es súper rebelde, siempre se maneja con sus propias reglas -por algo se llama Rule- y con un temperamento siempre al borde de la explosión; y por otro a Shaw (Sydney Taylor), una joven estudiante, de clase privilegiada y algo ingenua, que ha estado enamorada de Rule desde siempre, porque siempre le han gustado los chicos malos como Rule, por más que su madre siempre la esté presionando para que se case con alguien rico y predecible. Pero Rule nunca le ha prestado atención a Shaw hasta que, bueno, el guión decide que sí, que le preste atención, que ambos tengan una noche de pasión y que eso derive en un romance pasional -o por lo menos con secuencias de montaje que quieren insinuar eso-, oscuro, marginal, sufrido y un largo etcétera.
En Almas marcadas todo está, valga la redundancia -y el chiste- remarcado, porque no vaya a ser cosa que no entendamos que Rule es un pibe con pasado tortuoso y con miedo a meterse en una relación de pareja. O que Shaw será una chica aparentemente inocente, pero que estaba esperando a ese muchacho rudo que le haga sacar a la luz a la hot girl que en realidad es. Y si hay un par de pasajes donde la película de Nick Cassavetes -con una carrera como director en caída libre- amaga con ser mínimamente autoconsciente, de entender que la emocionalidad que manejan los personajes es hiperbólica, lo cierto es que en la mayoría del metraje se la pasa forzando el dramatismo de los eventos, apelando a golpes bajos innecesarios o cayendo en todos los lugares comunes posibles. Almas marcadas es un film con un romanticismo banal y hueco, donde los tatuajes son la metáfora híper predecible para hablar sobre las heridas o las actitudes de los protagonistas, y que parece hecho más para ser posteado en las redes sociales antes que para ser visto en el cine. Una razón más para no querer tatuarme.
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