
Título original: Bambi, l’histoire d’une vie dans les bois // Origen: Francia // Dirección: Michel Fessler // Guión: Michel Fessler, Laurence Buchmann, Tristan L’Hermite, basado en el libro de Felix Salten // Voz narradora: Mylène Farmer // Fotografía: Daniel Meyer // Montaje: Laurence Buchmann // Música: Laurent Perez del Mar // Duración: 85 minutos // Año: 2024
5 puntos
UNA PELÍCULA DE NETFLIX
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
En el 2005, La marcha de los pingüinos fue un gran y sorprendente éxito en todo el mundo, a tal punto que terminó llevándose el Oscar al mejor documental. Fue también un suceso que envejeció muy rápido, en buena medida porque su construcción visual, por momentos deslumbrante, iba de la mano con una historia forzada y maniquea, que la hacía entrar en un didactismo difícil de tolerar. Y ese envejecimiento se potenció y aceleró porque su modelo fue reproducido casi hasta el infinito por canales de televisión y plataformas como Netflix, con su capacidad de producción hasta el infinito. Quizás por eso Bambi, un cuento del bosque, de Michel Fessler, uno de los guionistas de aquella película, parece llegar un poco tarde, con lo que sorprende poco y nada.
El film es una nueva adaptación del libro de 1923 del austríaco Felix Salten, que adquirió fama mundial a partir del clásico animado de Walt Disney de 1942. Es por eso que se centra en un pequeño ciervo que crece en un bosque, cuidado por su madre y acompañado por otros animales, hasta que un encuentro con cazadores lo separa de su progenitora, obligándolo a enfrentarse a la soledad. Es decir, esa historia de crecimiento, entre apasionante y trágica, donde el aprendizaje va de la mano con la aventura, la sensación de pérdida y un sentido de comunidad frente a la adversidad, con las vivencias de los animales interpelando lo que le puede ocurrir a los humanos en diversas etapas de sus vidas.
No está mal que se pretenda contar esto, más aún si ese relato va acompañado por el esplendor audiovisual que tiene la película, a partir de cómo explota a fondo la diversidad de colores, cuerpos y sonidos que aparecen en el paisaje elegido. El problema pasa porque Bambi, un cuento del bosque no le saca realmente provecho al poder de sus imágenes y, a partir de la voz narradora, cae en un didactismo que la vuelve una experiencia que roza lo soporífero. Todo se nota forzado para hacer cuajar el registro de la naturaleza con la base narrativa creada por el cuento original, con el film empeñado en dar lecciones de vida, despojando al conflicto central, ligado a la supervivencia, de casi toda tensión.
Y hay un factor adicional, ligado precisamente al streaming: los veinte años que pasaron desde La marcha de los pingüinos se nota, y mucho, porque tantas producciones volcadas a las plataformas y la evolución del trabajo con las imágenes y los sonidos no han sido en vano. A Bambi, un cuento del bosque le cuesta sorprender desde su aspecto más fuerte, que es el audiovisual, y eso perjudica aún más su parte narrativa. Indudablemente, el espectador ya no se fascina de la misma forma que antes y, si la historia no consigue salir de las remarcaciones constantes, todo se vuelve predecible y aburrido. Bambi, un cuento del bosque, a pesar del esfuerzo que denota en cada plano, no se diferencia mucho de otras producciones que aparecen en el menú de Netflix.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: